¿Quiero milagros o quiero problemas?

Tal vez aún no esté completamente claro para ti el hecho de que en cada decisión que tomas estás eligiendo entre un resentimiento y un milagro. (L-78)

Me gusta el curso (Un Curso de Milagros) porque es práctico, te indica donde está el problema y cual es la solución. Si estamos dispuestos a prestar atención a lo que nos dice y lo ponemos en práctica, podemos ahorrarnos mucho sufrimiento.

El curso funciona si lo aplicas, la cuestión es que no siempre estamos dispuestos a dejar ir nuestros resentimientos y elegir el milagro en su lugar. Parece complicado, pero es simplemente porque hemos proyectado sobre él la oscuridad (confusión) de nuestra mente. Nos da miedo, así que lo vamos dejando de lado hasta un momento mejor, nos enfadamos porque queremos entenderlo o lo empezamos y lo abandonamos una y otra vez.

Este curso ha afirmado explícitamente que su objetivo es tu felicidad y tu paz. A pesar de ello, le tienes miedo. Se te ha dicho una y otra vez que te liberará, no obstante, reaccionas en muchas ocasiones como si estuviera tratando de aprisionarte. A menudo lo descartas con mayor diligencia de la que empleas para descartar los postulados del ego. En cierta medida, pues, debes creer que si no aprendes el curso te estás protegiendo a ti mismo. Y no te das cuenta de que lo único que puede protegerte es tu inocencia. (T-13.II.7)

Cuando Jesús en el curso nos dice que es simple, «la razón de que este curso sea simple es que la verdad es simple. La complejidad forma parte del ámbito del ego y no es más que un intento por tu parte de querer nublar lo que es obvio«, no acabamos de creerle. Cualquiera que haya empezado con el estudio del curso te dirá que no parece sencillo sino todo lo contrario.

Jesús nos asegura que es sencillo, lo que no quiere decir que sea fácil debido a nuestras resistencias a su mensaje y a su amor.

El mensaje del curso es sencillo: Dios es.

Ese sencillo mensaje se resume en el prefacio, que dice así: «Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe. En esto radica la paz de Dios«.

Si tenemos en cuenta este postulado lo que nos está diciendo es que este mundo no es real, no existe, es un sueño, una pesadilla onírica donde creemos que existimos como seres individuales. El «yo» que consideras que eres tú, no es real, no es tu verdadero Ser.

El curso no dice que seamos seres espirituales en una experiencia física, el curso lo que proclama es que somos Espíritu, ¡punto! Nuestra experiencia física, que no tiene sentido negar, es un sueño, no es real. Lo que en verdad somos no puede verse amenazado. Lo que creemos ser, un cuerpo, si.

Si no encuentras resistencias a este mensaje es que no estás entendiendo lo que dice. 😉

Así que encontrar resistencias a la hora de estudiar o aplicar el curso no sólo es habitual, sino que darse cuenta de ellas es lo que se nos pide. El objetivo del curso es sacar a la luz todas esas defensas, esas resistencias, esos espacios que le estamos negando al amor. No es ocultarlas mientras declamamos que somos luz y amor.

Esas defensas son los resentimientos.

Hay varias lecciones en las que Jesús habla de los resentimientos como nubes que parecen oscurecer la luz de nuestro Ser. Es una metáfora que resulta muy sencilla y efectiva. Todos hemos experimentado días en los que las nubes de tormenta ocultaban la luz del sol. Días nublados en los que los rayos de luz se veían amenazados por cúmulos de nubes oscuras que amenazaban lluvia. Sin embargo incluso en medio de la peor tormenta nadie duda de que el sol siga brillando en el cielo. Sigue ahí pero desde nuestra perspectiva lo único que podemos ver son las nubes.

Eso es lo que Jesús no dice por ejemplo en la lección 69 donde nos invita a ir más allá de esas nubes de resentimientos al tomar su mano y atravesarlas.

Los resentimientos es el plan del ego para la salvación. Proclaman que tanto el problema como la solución se encuentran fuera de ti, en el mundo, en tus relaciones, en tu cuerpo, o en el cuerpo de otra persona, en los problemas del mundo, en las circunstancias de tu vida.

Un resentimiento es un pensamiento que pregona que «si esto fuera diferente (y aquí puedes poner aquello que consideres la causa de tu malestar) yo sería feliz, o estaría en paz«.

Si esta situación fuese diferente yo estaría más tranquila, o mi familia estaría más tranquila (y por lo tanto yo también). Si mi cuerpo fuese diferente yo tendría más energía o me sentiría más alegre. Si mi alimentación fuese diferente, o mi genética, estaría más a gusto conmigo.

El plan del ego para la salvación es «busca y no halles» porque ni el problema ni la solución se encuentran fuera de ti.

Todos hemos tenido la experiencia de solucionar algún problema en el mundo  cambiando nuestro comportamiento o el de otra persona, y al poco aparece otro, y luego otro, y otro más… Tratas de resolver algo en un área de tu vida y de repente todo se descontrola en otra. No hay un instante de respiro donde todo parezca estar en su lugar y no requerir que actúes como un bombero apagando fuegos.

El plan de Dios para la salvación es el perdón, son los milagros. Si el problema es un pensamiento en nuestra mente, un resentimiento, la solución debe estar ahí donde el problema reside, en la mente. Tratar de solucionar por lo tanto algo cambiando el comportamiento no funciona, porque nuestro comportamiento responde al sistema de pensamiento que estamos eligiendo creer, al sistema de pensamiento en el que hemos depositado nuestra fe.

La solución por lo tanto tiene que venir de un cambio de mentalidad, de un cambio de maestro: del maestro de los resentimientos y los problemas, al maestro de los milagros.

Un milagro, según el curso, no es nada esotérico, es algo natural. No implica que las aguas se abran o que los muertos se levanten. No tiene nada que ver con el exterior, son un cambio en la mente, un cambio en nuestras percepciones erradas, el significado que le damos a lo que nos sucede, que son la causa de nuestro sufrimiento.

En la lección 193 Jesús nos recuerda que «es cierto que no parece que todo pesar no sea más que una falta de perdón«.

No lo parece, pero la invitación del curso es a darte cuenta de que todo problema es una falta de perdón. Eso simplifica las cosas. 🙂

Si estoy experimentando algo que no sea perfecta felicidad, eso quiere decir que he elegido los resentimientos en lugar del milagro. Me he puesto en una situación en la que necesito ayuda, necesito corrección porque abrigar resentimientos es un error. No es un pecado, no soy culpable, es un error, un error que precisa de corrección.

Esa corrección es el milagro.

Tenemos derecho a los milagros porque tenemos derecho al final de nuestro sufrimiento, somos el Hijo de Dios que puede soñar que sufre, soñar que se separó de Su Padre, que abandonó el Cielo, pero la verdad es que «aún sigue siendo tal como Dios lo creó«: espíritu, completo e inocente.

El milagro es la dinámica que nos permite entender que todo lo que hemos fabricado (como mente tomadora de decisiones, con el poder de elegir a que maestro escuchar) – nuestros mundos personales y colectivos – es un sueño.

Somos los soñadores de ese sueño como se nos recuerda en este pasaje:

En realidad no ha ocurrido nada, excepto que te quedaste dormido y tuviste un sueño en el que eras un extraño para ti mismo y tan sólo una parte del sueño de otro. El milagro no te despierta, sino que simplemente te muestra quien es el soñador. Te enseña que mientras estés dormido puedes elegir entre diferentes sueños, dependiendo del propósito que le hayas adscrito a tu soñar. ¿Deseas sueños de curación o sueños de muerte? (T-28.II.4:1-4)

Cuando creemos tener un problema, sea este un conflicto con alguien o el deseo de que algo sea diferente, estamos percibiendo esa situación o a esa persona a través de los ojos del ego. Nuestro malestar no está provocado por la situación en si, sino por la interpretación que le hemos dado, el significado que le hemos asignado.

Esto quiere decir que estamos eligiendo el resentimiento en lugar del milagro.

Estamos eligiendo los problemas en lugar de los milagros.

En el fondo lo que estamos diciendo, aunque no seamos conscientes de ello, es: quiero seguir pensando que tengo un problema, porque los problemas reafirman mi identidad personal. La reafirman porque el Espíritu, que es lo que somos, no puede sufrir o experimentar dolor. El Espíritu no tiene problemas. Dios no tiene problemas.

Mantener mi percepción de problemas (date cuenta que un problema siempre está relacionado de alguna manera «contigo» porque es algo que te sucede a «ti» o crees que afecta a «tu» bienestar) es la manera de negar la verdad de mi identidad.

Esa es la razón por la que Jesús en la lección 68 del curso nos dice: «no puedes abrigar resentimientos y conocer tu Ser«.

Abrigar resentimientos es olvidarte de quien eres.

Abrigar resentimientos es sufrir.

Abrigar resentimientos es la forma de «proteger» tus problemas, y de esta manera seguir apoyando la creencia en la separación.

¿Quieres milagros o quieres problemas? Sólo hay dos opciones.

¿Quieres ser feliz o tener razón (abrigar resentimientos)?

Como Jesús nos recuerda tal vez creas que no puedes deshacerte de tus resentimientos, sin embargo «no es sino una cuestión de motivación«.

¿Cuan motivado estás para pedir ayuda a Jesús, a tu maestro interno, y permitir que los milagros reemplacen a todos tus resentimientos?

¿Quieres milagros o quieres problemas?

Que la quietud del Cielo envuelva hoy tu corazón.

¡Feliz día!

Un abrazo enorme,

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