Este mes de febrero he estado bastante desaparecida del blog. Por un lado mi cumpleaños y por otro el inicio del Taller de los Milagros en una nueva plataforma me han hecho que me quedase poco tiempo para compartir en este espacio. Al final he conseguido automatizar la información del taller así que las puertas se abren cada jueves para nuevos participantes. Mantendré el marcar fechas concretas, pero los talleres estarán disponibles en todo momento.
Si quieres beneficiarte del descuento de 30€ de febrero tendrás que darte prisa porque la promoción termina este miércoles 28 de febrero.
Si es algo a lo que has estado dando vueltas y no acabas de decidirte te invito a leer esta reflexión: ESTE ES EL MOMENTO
Gracias a los que ya os habéis animado a esta travesía del miedo al amor. ❤
En una de las última entrada del blog hablábamos de que el Curso nos pide ser un alumno feliz, un alumno dispuesto a aprender las lecciones de perdón de la mano de nuestro maestro interno, de Jesús.
Hoy vamos a ver como identificamos esas lecciones ya que es un paso primordial para poder aprenderlas y ser feliz.
Para ello vamos a utilizar un concepto que utilizamos en el Taller de las Relaciones: «No dispares al mensajero.«
Imagina esta escena, un mensajero llama a tu puerta y te trae un mensaje que no esperabas y no te gusta. Entonces empiezas a temblar y una ira empieza a surgir desde la boca del estómago subiendo por tu pecho hasta tu garganta. Entonces una furia que no sabes de donde viene hace que cojas al mensajero por el cuello y le lances a la calle.
El papel del mensajero es sólo traer un mensaje, no es responsable del mensaje. No se te ocurriría por lo tanto, al menos eso espero, enzarzarte en una pelea con él. No tendría sentido.
Imagina ahora la siguiente situación, vas caminando por la calle y alguien te empuja. En un instante una rabia que desconocías hace que te des la vuelta y te encares con esa persona, o te sientes triste de repente sin motivo aparente y rompas a llorar.
Un mensajero, según vamos a utilizarlo en este artículo, es toda situación o persona que aprieta tus «botones emocionales» y despierta una respuesta emocional en ti. Vamos a ver en un instante que no se trata de esa persona o situación, no se trata del mensajero, sino de mi interpretación.
Hace un tiempo hablaba con una clienta y me comentaba que había ido al médico y que le había dicho que tenía que adelgazar. Incluso un rato después cuando hablaba conmigo podía notar en sus palabras la ira y el enfado que esa frase: «tendrías que adelgazar» había despertado en ella. Esa era una de sus heridas emocionales después de años de lucha contra el sobrepeso.
Seguro que otra persona no lo habría interpretado así pero en su caso ese simple comentario había abierto la caja de pandora y rayos y truenos salían de su boca incluso tiempo después al recordar la escena.
El hecho de que no todos reaccionemos de la misma forma a las situaciones debería darnos una pista de que no es el mensajero, la situación o la persona, el responsable de nuestro sentir sino nuestra interpretación de ese suceso basada en nuestros pensamientos, creencias y resentimientos.
Dice el Curso:
Sólo mis propios pensamientos me pueden hacer daño
Observa que dice «sólo», es decir que no hay nada más, a excepción de tus propios pensamientos, que te pueda hacer daño. Si conoces el trabajo de Byron Katie, del que ya hemos hablado alguna vez en este mismo espacio, dice lo mismo: son tus pensamientos estresantes la causa de tu sentir. Tu experiencia de vida no responde a las situaciones que vives, sino a tu interpretación de las mismas, una interpretación a la que el curso denomina percepción.
Cuando nuestra interpretación está guiada por el miedo, se trata de una «percepción falsa«. Cuando nuestra interpretación está guiada por el amor, se trata de una «percepción correcta«.
Puede que no seamos conscientes de esos pensamientos dolorosos enterrados en las profundidades de nuestra mente, y el propósito de ese mensajero es sacarlos a la luz. Hacer que broten de las profundidades de nuestro inconsciente para poder así observarlos y elegir el milagro en su lugar.
El primer paso por lo tanto es identificar esas lecciones u oportunidades para el perdón.
1) Identificar las lecciones de perdón.
Hay una forma muy sencilla de identificar una lección que tenemos que aprender: no estamos en paz.
Ese no estar en paz es una bandera roja que debería pararnos en seco como un stop y pensar: ¡vale, aquí hay una lección! Puedo aprender esta lección en este instante o puedo dejar pasar la oportunidad, pero volverá a repetirse.
Las pruebas por las que pasas no son más que lecciones que aún no has aprendido que vuelven a presentarse de nuevo a fin de que donde antes hiciste una elección (interpretación) errónea, puedas ahora hacer una mejor y escaparte así del dolor que te ocasionó lo que elegiste previamente. T-21.VIII.3:1
Si el perdón es la llave de la felicidad, como dice el curso, la oportunidad se nos presentará de nuevo como una invitación a ser felices (si decidimos llevarla a clase con nuestro maestro interno, ¡claro!)
Si no estoy en paz, eso quiere decir que estoy viendo esa situación a través de los ojos del ego, del miedo y la culpa. Estoy interpretando esa situación a través de las lentes del pasado, de mis resentimientos, de mis memorias de dolor.
Son esos resentimientos: juicios que hago sobre mi mismo, sobre los demás y sobre el mundo, pensamientos que responden a un canal basado en la creencia en la separación, en que soy un cuerpo, en relación con otros cuerpos, en un mundo lleno de cuerpos y de situaciones que parecen alterar tu paz.
Así que si no me siento en paz, esa es la bandera roja que me indica que hay una lección ahí. Hay algo que necesito perdonar porque la única lección a aprender es el perdón.
Es cierto que no parece que todo pesar no sea más que una falta de perdón. No obstante, eso es lo que en cada caso se encuentra tras la forma. Lección 193 – Todas las cosas son lecciones que Dios quiere que yo aprenda.
Ese es el primer paso:
Bandera roja = Oportunidad para el perdón
2) PAUSA (¡STOP!)
En este paso vamos a desestimar la voz del ego (¡un reto en la mayoría de las ocasiones!) que te pide que reacciones.
Esta situación es un reflejo externo de una condición interna. Esa condición interna es la creencia en la separación, la culpa escondida.
Así que la respuesta emocional es un reflejo de algo que preferiríamos no recordar (que creemos que somos culpables, y que estamos separados de nuestra Fuente, Dios).
Cualquier suceso de nuestra vida que nos dispare emocionalmente es siempre un mensajero del pasado que se nos comunica en el presente. Es un mensajero y por lo tanto porta un mensaje.
Ese mensaje puede ser el ataque, si lo vemos a través de las lentes del miedo, o el perdón, si lo vemos a través de las lentes del amor.
Esos mensajeros están ahí para sacar a la superficie los recuerdos reprimidos para que puedan ser integrados conscientemente y no sigan alimentando un sistema de pensamiento de ataque.
Así que en lugar de reaccionar, que es la forma habitual de actuar cuando algo toca nuestra fibra sensible, vamos a ser conscientes de que esa persona, o esa situación es simplemente un mensajero, y no vamos a «disparar al mensajero».
Una reacción es un comportamiento inconsciente en el cual nuestra energía se dirige hacia afuera, hacia el mundo, en un intento de defendernos de una persona o bien de atacarla. Una reacción es un drama que se representa con el fin de aplacar o sedar el sentir que está brotando en ese instante. El tema central de todo comportamiento reactivo es la culpa o la vergüenza.
Una respuesta es por el contrario, la decisión consciente de utilizar esa experiencia con un nuevo propósito, con el propósito de la paz, con el propósito de sanar nuestra mente, con el propósito del perdón. El tema central de toda respuesta es la responsabilidad.
3) ASUMO LA RESPONSABILIDAD
Presto atención a mi sentir y asumo la responsabilidad. Mi sentir no responde a la situación, al mensajero, sino a mis pensamientos de ataque, de culpa, de miedo, a mis resentimientos.
En este instante recuerdo que «no soy víctima del mundo que veo«, que «he inventado el mundo que veo«, y que lo he inventado con un propósito: atacarme, atacarte, mantenerme separado del Amor de Dios, y negar mi Santo Ser.
No soy víctima del mundo que veo porque soy el soñador del sueño, soy mente.
La causa de mi sentir se encuentra en la mente, en la elección a favor de un sistema de pensamiento de separación, culpa y miedo. Un sistema de pensamiento que me dice que soy un cuerpo que está teniendo esa experiencia dolorosa, y que esa experiencia es real.
Ese dolor emocional es el testigo de que no puedo ser espíritu porque el espíritu no puede sufrir o experimentar dolor. El dolor emocional mantiene a salvo mi identidad personal, negando mi verdadera identidad: mente/espíritu.
Así que ese dolor no es algo que «me suceda», algo en contra de mi voluntad. Es algo que elijo experimentar, como mente tomadora de decisiones, con un claro propósito que es mantener vigente la creencia en la separación, mantener a Dios y Su Amor a raya, mantenerme alejado de la conciencia de ese Amor en mi vida y en mis relaciones.
4) SOY CAUSA
En este punto soy consciente de que son mis resentimientos la causa de mi sentir.
Es mi deseo de albergar resentimientos y de mantener mi individualidad y proteger de esta forma al ego, la verdadera causa de lo que estoy experimentando. ¡Me estoy haciendo esto a mí mismo!
Son mis propios resentimientos los que me hacen daño.
Esta situación despierta la culpa, culpa que he negado y proyectado sobre ti o sobre esta situación para no asumir mi responsabilidad, como mente, en mi elección a favor del ego. Ese es el dolor emocional que siento, el reflejo de esa separación que creo es real.
El dolor de esa primera elección es lo que re-creo cada vez que elijo mantener mis resentimientos.
5) MOTIVACIÓN PARA ELEGIR DE NUEVO
Ahora soy causa, soy el soñador del sueño, es mi sueño, y como causa puedo elegir de nuevo. Puedo elegir a Jesús, pedir que me ayude a ver esa situación o a esa persona a través de sus ojos. Puedo pedir el milagro, la corrección.
Estoy dispuesto a estar equivocado, me doy cuenta de que no me siento bien, me equivoqué al elegir al ego y su interpretación. No quiero seguir experimentando esto (dolor, miedo, ansiedad, tristeza, desesperanza, desesperación, enfermedad, etc).
Tengo otra opción: Jesús, la visión del amor.
En este instante puedo pedir la solución (el milagro) porque he reconocido el problema (mis resentimientos). (Te invito a que leas este artículo: ¿Quiero milagros o quiero problemas?)
En este paso puedo imaginarme que tomo la mano de Jesús y le pido ayuda para que sustituya mi sueño de dolor y sufrimiento por un sueño de perdón.
Algunas formas de hacer esto serían las lecciones:
«Esta situación esconde un milagros al que tengo derecho. Elijo el milagro»
«Que los milagros reemplacen todos mis resentimientos»
«Perdonaré y veré esto de otra manera, perdonará y esto desaparecerá».
Ahora tienes la motivación para soltar el resentimiento y volver a la paz de Dios (esa motivación es que no te quieres sentir mal, que quieres dejar de sufrir).
En este paso puedes imaginarte a Jesús diciéndote: ¿No querrías sentirte un poco mejor?
Recuerda que fuiste creado por el Amor a semejanza de Si Mismo y que por lo tanto no puedes albergar resentimientos y conocer a tu Ser. Albergar resentimientos es negar tu divinidad, negar tu santidad, tu impecabilidad (inocencia).
6) SUELTO EL CONTROL
Los pasos anteriores tengo que darlos yo, este último paso lo toma Jesús, mi maestro interno.
Una vez que elijo el milagro, elijo a Jesús como mi maestro, el resto ya queda de su mano. Me uno a Él y permito que Él sea mi guía hacia los milagros. Me quito de en medio, cedo el control, y dejo que Él dirija mi mente de vuelta al amor, a la paz.
Tengo paciencia y confío en Su buen hacer, lo cual requiere práctica.
7) ACEPTO LA SANACIÓN
Acepto la sanación y el milagro. Permanezco en quietud y confío en la sanación, confío en el amor. Presto atención a los pensamientos verdaderos que brotan aportando paz a mi mente. Permito que Su luz (la luz de mi maestro interno) brille a través de la oscuridad.
Algo fundamental en la práctica es aprender a ser consciente de esos «mensajeros» que aparecen a lo largo del día. Puede tratarse de una situación en el trabajo, de un encuentro «fortuito» en la calle, de la llamada de un familiar, de un conflicto con la pareja, un texto que alguien comparte en facebook, algo que ves en la televisión, incluso de una escena de una película que despierta una emoción. Ten en cuenta que puede ser algo que parece suceder en el exterior, o puede tratarse de una imagen en tu mente, por ejemplo el recuerdo de una situación no resuelta que brota en tu conciencia.
Una vez identificada la lección, que es el primero paso, y del que no siempre somos conscientes, el resto depende de mi voluntad de como dice el curso: consagrar el día a los milagros, darme cuenta de cual es mi verdadera función y estar dispuesto a asumirla.
La práctica nos llevará a darnos cuenta del precio que pagamos en forma de dolor y sufrimiento cuando elegimos mantener nuestros resentimientos, y esa será la motivación para elegir el milagro en su lugar.
Identificar esas situaciones y a esas personas como «mensajeros» portadores de un mensaje de perdón y sanación, es un reto que requiere de nuestra disposición a aprender las lecciones de perdón de la mano de Jesús en toda situación que parezca alterar tu paz.
Así que una vez seamos conscientes del mensajero, estos son los pasos que vamos a seguir:
- Deja de centrar la atención en el mensajero, en el evento o persona que ha despertado nuestro sentir.
- Desestima la voz del ego que te pide que reacciones, haz una PAUSA.
- Observa tu sentir. ¿Que reacción emocional ha desencadenado dentro de mí este acontecimiento o esta persona?
- Se consciente de que son tus resentimientos la causa de tu sentir. Es tu deseo de albergar resentimientos y de mantener tu individualidad y proteger de esta forma al ego, la verdadera causa de lo que estás experimentando. ¡Te estás haciendo esto a ti mismo!
- Ahora tienes la motivación para dejar ir el resentimiento y volver a la paz de Dios. Recuerda a Jesús a tu lado diciendo: ¿No querrías sentirte un poco mejor?
- Recuerda que fuiste creado por el Amor a semejanza de Si Mismo, y que por lo tanto no puedes albergar resentimientos y conocer a tu Ser. Puedes utilizar en este punto la lección 68: «El amor no abriga resentimientos, no traicionaré a mi Ser«.
- Descansa en quietud sabiendo que ahora es el turno de tu maestro interno que conocer el camino de vuelta a la paz.
Si quieres trabajar esta estructura de forma sencilla y paso a paso puedes inscribirte en el Taller de las Relaciones.
Puedes escuchar esta entrada en audio en este enlace:
Que la quietud del Cielo envuelva hoy tu corazón.
Feliz día. ❤
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3 comentarios en “No dispares al mensajero”