Soy una seguidora de Juego de Tronos y si no lo sigues probablemente no entiendas esta entrada. No voy a hacer «spoiler» ni a juzgar si me gusta o no esta última temporada.

Después de estar escuchando hablar de ella durante mucho tiempo el pasado verano me enganché y me vi las siete temporadas del tirón.

Si como yo la sigues ya sabrás que hay una frase que se ha hecho viral.

¿Qué le decimos al Dios de la muerte?

NOT TODAY.

Estas últimas semanas han sido bastante intensas emocionalmente. El ego ha asomado la patita en más de una ocasión y me he dejado arrastrar por sus aguas turbulentas.

En la última entrada decía que uno de mis mantras iba a ser la frase de Kenneth Wapnick:

No te dejes engañar por la seriedad del ego.

El ego puede ser muy intenso, cuando te dejas llevar por su diálogo interno no hay ligereza, todo es difícil, complicado, intenso.

El ego es intensidad.

Se toma todo personalmente, todo es un mundo para él. Cualquier decisión parece trascendental. Es como si te fuera la vida en ello. Y así es, al menos la «vida» del ego. 😉

Su supervivencia depende de que te tomes todo personalmente, que interpretes todo como un ataque o una amenaza a su bienestar.

El ego siempre está a la defensiva. Al creer en el ataque está a la espera de que este venga, porque está seguro de que vendrá.

Le gusta batallar.

No le gusta la paz, la considera poco «interesante».

¡Donde haya una buena batalla!

Ahí puede él demostrar cuáles son sus armas. Sacar a sus dragones. Soltar su veneno emocional justificando el ataque y la ira. Justificando el miedo basándose en el comportamiento de los demás.

Los demás le ofrecen la excusa perfecta para seguir eligiendo el miedo.

No percibe inocencia.

Su mantra es: matar o morir.

Y el ego no quiere morir.

Es el deseo de matar.

Es uno o el otro.

¿Intenso? SI

Cuando elegimos el miedo como compañero, al igual que Daenerys en el último capítulo, nos dejamos cegar por la ira y entramos en guerra.

Hoy en un momento determinado observé que mi mente estaba volviendo a una situación que pasó recientemente. Surgían pensamientos que como telas de araña querían envolverme y llevarme al ataque de nuevo.

En ese momento la frase que comento al inicio de esta entrada vino a mi mente:

¿Qué le decimos al dios de la muerte (el ego)?

HOY NO.

Fue como si alguien me tirase una cuerda, un salvavidas que me recordaba que tenía elección.

Y no pude más que reírme. Y se acabó el conflicto.

¿Qué le decimos al ego cuando viene a tocarnos las narices y trata de atraernos con sus ardides?

HOY NO.

No deja de sorprenderme como mi maestro interno utiliza el humor y algo como esta frase para recordarme que no estoy a merced de lo que sucede, que no soy un esclavo de mis pensamientos, que el ego depende de mí, de que le preste atención.

El ego precisa de mi atención.

Yo le doy el poder al ego.

Y por lo tanto se lo puedo retirar.

Yo elijo el miedo.

Yo elijo al ego.

Yo le presto mi atención.

Pero el poder sigue estando en mí.

Puedo retirarle mi atención en un instante.

Volver a mi indefesión, a mi seguridad.

Puedo decirle cuando venga a tentarme:

NOT TODAY.

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