No hay causa en el mundo.
Esto es algo que nos resulta muy difícil de aceptar. Nos tomamos una pastilla y el malestar desaparece, impartimos un taller y recibimos una compensación económica.
Estamos acostumbrados a creer en estas interacciones de causa-efecto y a considerarlas ciertas.
Sin embargo el Curso nos recuerda que «no hay causa en el mundo, el mundo es un efecto de una causa que está en la mente«. Esa causa en una decisión. La decisión de haber elegido depositar nuestra fe en la creencia de que podíamos separarnos del Amor de Dios, negando nuestro Santo Ser, el Cristo, y adoptando un sustituto como nuestra identidad.
Imagina que estás leyendo una novela. Esa novela que ahora estás leyendo ya está escrita. En esa novela existen diferentes personajes y situaciones. Imagina, que en el capítulo que estás leyendo en este instante, a uno de los personajes le duele la cabeza y se toma una pastilla, dos líneas más tarde ese dolor ha desaparecido.
Desde el punto de vista del personaje de la novela la acción de tomar la pastilla hizo que el dolor desapareciese. Desde el punto de vista del lector, es parte del guión de la novela. Puede que dos capítulos más adelante el dolor vuelva a aparecer, enferme y muera a pesar de todos los intentos por solucionar ese problema. O puede que se salve, se recupere y viva muchos años más. Nada de lo que sucede tiene que ver con lo que el personaje hace dentro de la novela, es un guión.
El personaje no tiene ningún control sobre lo que sucede.
¡Qué dificil nos resulta aceptar esto!
Esa novela está siendo leída por la misma mente que la inventó. Sólo que se ha olvidado que fue su fabricación y que no tiene ningún control sobre su propia creación.
Esa mente se ha identificado con uno de los personajes de su propio guión olvidando que es mente, que es Espíritu.
Olvidando que fue su decisión.
La novela sigue estando en la mente del que la inventó. Creyó en un error de soberbia que aquello que había fabricado había cobrado vida, pero ahí no hay vida.
Es un guión de muerte, odio y destrucción.
Un guión infernal, aunque en ocasiones esté disfrazado de otra cosa, cuyo propósito es mantener a la mente prisionera y confundida acerca de su identidad, en pugna con Dios.
¡Esto también nos resulta difícil de aceptar!
Ese es el guión del ego, un guión que tiene un final que todos conocemos: muerte.
La única forma de salir de este laberinto no puede por lo tanto ser sino a través de la mente. De que la mente recuerde que ella misma fabricó este sueño y que no es un cuerpo, algo impotente y vulnerable a merced del mundo. Que recuerde que lo que está experimentando, que es parte del guión del ego, no es real. Es una invención.
Volver a la mente, al soñador del sueño, al creador de fábulas, al escritor de guiones.
Darse cuenta de que no existe causalidad dentro del mundo, es un guión. Y tampoco el tiempo y el espacio existen porque la novela ya se terminó, sólo estoy leyendo un capítulo y parece que ha habido varios antes y que habrá alguno después, pero ya se terminó, es pasado. Aunque la mente está, debido a su creencia en el tiempo linear, leyendo un capítulo, toda la trama está sucediendo al mismo tiempo. Todo lo que sucede en la novela, que ya está escrita, está sucediendo simultáneamente. Lo que denominamos pasado, presente y futuro, son realmente pasado porque la novela ya está terminada. Ya sucedió todo.
Dice el Curso: «este mundo ya terminó«.
La novela es tan atrayente que vivimos olvidando que somos mente y que tenemos elección.
Pensamos que esa fabricación mental puede afectar a nuestra paz. Que puede hacernos felices o entristecernos. Que podemos ser víctimas, que podemos sufrir o ser felices dependiendo de la forma que adopte el guión en este instante.
Dice el Curso: «no tienes ningún control sobre el mundo que fabricaste«.
Eso puede resultar descorazonador. Para el ego realmente lo es.
Pero también puede ser profundamente liberador si aprendemos a verlo de la mano de nuestro maestro interno. Si no tengo ningún control no tengo que esforzarme porque las cosas sucedan. No tengo que empujar el río. No necesito cambiar el mundo, o cambiarme, o cambiar al otro porque «no tengo ningún control sobre eso«.
La creencia en que tengo opciones o alternativas entre las que elegir dentro del sueño es la causa de nuestros mayores desasosiegos. ¿Qué tengo que hacer? ¿Qué opción me traerá felicidad? ¿Tengo que seguir con este trabajo o cambiar? Miles de preguntas que buscan dar con la «mejor opción», aquella que nos aportará felicidad o nos alejará del dolor.
El pensamiento de que «debería estar haciendo algo diferente de lo que estoy haciendo», o «debería saber que es lo que quiero hacer porque si lo supiera sería más feliz» dejan también de tener sentido a la luz de este nuevo prisma: «no tienes ningún control sobre el mundo que fabricaste«.
Y mira que dice, ningún control.
Si no tenemos control sobre el mundo, o sobre lo que creemos que es nuestra vida o nuestro cuerpo, ¿sobre que SÍ tenemos control?
Dice el Curso: «Ciertamente tienes control sobre la mente» (T-12.III.9)
No tienes control sobre la mente para cambiar el sueño, para cambiar el mundo o las circunstancias del mismo.
No tienes control sobre la forma, sobre las situaciones, pero si lo tienes sobre el contenido.
Por esa razón el Curso nos recuerda que es un curso sobre el contenido, sobre propósito. Y sólo hay dos propósitos: 1) el propósito del ego; 2) el propósito de Jesús, de tu maestro interno.
El propósito del ego para este sueño lleva implícito un contenido de miedo, dolor, culpa, odio, sufrimiento y conflicto. El propósito de Jesús para este mismo sueño es un contenido de paz, alegría, amor e inocencia.
El propósito del ego es infelicidad.
El propósito de Jesús es felicidad.
«Dios mío concédeme, SERENIDAD para aceptar las cosas que no puedo cambiar; VALOR para cambiar aquellas que puedo; y SABIDURÍA para reconocer la diferencia». Oración de la serenidad de San Francisco de Asís.
El control, aquello que como en la oración de la serenidad podemos cambiar, no está en lo que sucede (la forma), sino en como lo vivimos, como nos afecta (el contenido).
Dice el Curso: «No trates de cambiar el mundo, sino elige más bien cambiar de mentalidad acerca de él» (T-21. In.1)
No trates de cambiar el mundo, no trates de cambiar tu vida, no trates de cambiarte a ti mismo o a los demás. No trates de cambiar aquello que percibes como un problema.
No trates de cambiar aquello sobre lo que no tienes el control: «No tienes ningún control sobre el mundo que fabricaste«.
Te agotarás en esta búsqueda que te mantiene como el burro detrás de la zanahoria sin alcanzarla nunca.
Tú único control, aquello como dice la oración de la serenidad que SI puedes cambiar, es tu mentalidad al elegir un nuevo maestro. Un nuevo sueño, no en forma sino en contenido, ese es el sueño feliz, no un sueño donde se cumplen todos tus deseos especiales.
Lo que podemos es elegir el propósito de Jesús que utiliza los milagros y el perdón como forma de despertar en la mente el recuerdo de la Unidad y la inocencia, en lugar del propósito del ego que refuerza la separación y la culpa.
«Hay una manera de vivir en el mundo que no es de este mundo, aunque parezca serlo. No cambias en apariencia, aunque sí sonríes mucho más a menudo. Tu frente se mantiene serena, tus ojos están tranquilos. Y aquellos que caminan por el mundo con la misma actitud que tú, reconocen en ti alguien semejante a ellos».
Esta es la experiencia hacia la que el Curso nos invita. Una experiencia de paz y felicidad; no a través de un cambio en la forma, en las circunstancias, sino a través de un cambio de propósito, de contenido.
Un cambio de mentalidad.
La invitación de Jesús en el Curso es a una nueva mirada, una mirada libre de juicio y de culpa.
Y todo empieza por darme cuenta de cuando no estoy en paz, asumir la responsabilidad por mi experiencia, no por lo que esté pasando en el mundo o en mi vida, no por la forma. No soy responsable de tener cáncer, o de no tener dinero, o de que mi padre me abandonase cuando tenía 3 años. Mi experiencia responde al contenido, al significado que le estoy dando a lo que sucede, y eso depende del maestro que haya elegido escuchar.
Si no estoy en paz estoy de la mano del ego, me he creído sus mentiras y me he olvidado de que soy mente, soy el soñador del sueño y puedo elegir.
Necesito aquietarme para volver a la mente, eso es dar un paso atrás.
Soy libre porque puedo elegir. Puedo elegir el perdón de las ilusiones al tomar la mano de Jesús, un símbolo de mi mente recta, de la parte de mi mente que guarda el recuerdo de la Verdad, y darle un nuevo propósito a lo que parece suceder.
Se necesita mucha disciplina y trabajo para ser capaz de integrar esto en nuestras vidas. Me gusta como lo denomina Carolina Corada en su libro: La disciplina de la paz. Porque elegir la paz precisa de disciplina.
Recuperar nuestro poder, como mente tomadora de decisiones, es darnos cuenta de que tenemos el control sobre nuestros pensamientos, tenemos el control sobre nuestra manera de ver el mundo o lo que nos sucede, y por lo tanto tenemos el control sobre nuestra experiencia.
Quizás no esté dispuesto todavía a elegir la paz en esa situación que estoy viviendo, pero saber que «podría estar en paz» puede darme esperanza.
Comprender, aunque al principio sea intelectualmente, que la opción de la paz siempre está disponible, incluso en las condiciones más adversas, es una luz en mi mente.
«La paz mental es claramente una cuestión interna. Tiene que empezar con tus propios pensamientos, y luego extenderse hacia afuera. Es de tu paz mental de donde nace una percepción pacífica del mundo». L-34. Podría ver paz en lugar de esto.
Mi invitación hoy es a tener presente que la opción de la paz siempre está disponible para nosotros a cada instante. Si no la he elegido hace un instante, puedo elegirla AHORA. La guerra empieza y termina en este mismo instante. Es una decisión.
Esa opción nunca desaparece.
Es una puerta que siempre permanece abierta.
Pero tenemos que desear cruzarla. 🙂
«Podría ver paz en esta situación en lugar de lo que ahora veo en ella».
«Puedo substituir mis sentimientos de depresión, ansiedad o preocupación (puedes poner aquí lo que estés experimentando en este instante) [o mis pensamientos acerca de esta situación o acontecimiento] por paz».
¡Feliz día!
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