La Voz del Espíritu Santo no da órdenes porque es incapaz de ser arrogante. No exige nada porque su deseo no es controlar. No vence porque no ataca. Su Voz es simplemente un recordatorio. (T-5.II.7.1:4)

A veces me olvido de que mi única función es permitir que mi mente sea sanada,
que se trata de un guion que ya se ha desarrollado,
que no soy más que un observador de lo que acontece,
que todo se despliega sin mi participación.

Entonces creo que soy el «hacedor«, el que maneja los hilos, el que da cuerda al reloj.

Me confundo con el personaje de esta obra de teatro a la que llamo «mi vida«,
perdiéndome en lo que tengo que hacer,
en llenar las horas,
en planificar,
saber o querer saber qué es lo siguiente.

Cuando me creo el «hacedor» sufro.

Me enredo en sus intereses personales,
en sus aparentes necesidades.

Trato de satisfacer sus deseos,
a costa de lo que sea.

De quien sea.

Todo es percibido ahora como un medio para alcanzar un fin,
ese fin es mi bienestar.

Adopto roles y papeles variados.

Me enfundo máscaras,
ensayo muecas.

Soy el ombligo del mundo,
al menos de mi mundo.

Todo gira entorno a mí.

Cuando me doy cuenta de que otra vez estoy en el campo de batalla,
embadurnada de barro,
en ocasiones me río.

Me río de mi ignorancia.

Me río de mi prepotencia.

Me río de mi deseo de ser lo que no soy.

Puedo percibir la inocencia del juego,
aunque no siempre me sienta inocente jugándolo.

Una vez más he decidido jugar a ser Dios,
a ser mi propio creador.

He decidido ir por mi cuenta.

He dictado mis propias leyes y me he erigido como el soberano de mi reino de mentirijilla.

¡Yo sola puedo! proclamo.

¡Yo sé!

¡Yo controlo!

Creo en mis propias mentiras porque me interesa creérmelas. Me convienen para mantener el telón levantado.

Quiero controlar mi destino,
dirigir mi rumbo.

Creo que se cómo hacerlo. Que conozco el camino.

Mi arrogancia parece no tener límites…
pero los tiene.

Afortunadamente.

Entonces tenso la vela y suelto el timón.
Permito que el viento me dirija.
Me abro a confiar.

Y vuelvo a mi única función.
Dirijo la brújula hacia mi objetivo.

Y me dispongo a disfrutar de la travesía de nuevo.

Feliz día. ❤

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