Tu responsabilidad no es convencerte de nada de lo que el Curso postula. No es tu responsabilidad convencerte de que eres Santo, de que no eres un cuerpo, de que el mundo es una ilusión. No es tu responsabilidad convencerte de que no tienes problemas, de que la voluntad de Dios para ti es perfecta felicidad. Tampoco es tu responsabilidad convencerte de que no tienes enemigos, que la separación nunca ocurrió, que el tiempo es una ilusión o que eres la luz del mundo.

Todo eso es responsabilidad de Jesús, no tuya.

Tu responsabilidad no es ver la luz en los demás, es estar dispuesto a mirar la oscuridad que percibes en ellos de la mano de Jesús para que te muestre una nueva mirada. Es estar dispuesto a cuestionar tu punto de vista, estar dispuesto a estar equivocado respecto a lo que te has enseñado a ti mismo.

Su función es convencerte de que tiene razón pero eso sólo puede hacerlo si estás dispuesto a llevar tu desconfianza ante su certeza.

Como dice está sección del Curso:

Cuando una mente cree en la oscuridad y se niega a abando­narla, la luz no puede entrar.

Así que se trata de no negarse a abandonarla.

De modo que le dices a Jesús: esto es lo que yo creo, está es mi interpretación de esta situación, pero esto no me hace sentir bien. Y me quiero sentir bien, mi voluntad es ser feliz y estar en paz así que Jesús convencerme de que hay otra forma de percibir está situación, convenceme de que nada real puede ser amenazado, convenceme de que nada externo a mi puede aportarme paz o robármela, convenceme de que puedo estar en paz no importa lo que parezca suceder en este instante. Estoy dispuesto a estar equivocado y que tú tengas razón. Estoy dispuesto a ver algo diferente.

Y así cada vez que algo parezca alterar tu paz.

Como el Curso nos recuerda:

La búsqueda de la verdad no es más que un honesto examen de todo lo que la obstaculiza.

Ese es nuestro papel en la salvación, vigilar nuestra mente para ver donde nos estamos enredando y llevar nuestros pensamientos de ataque, de victimismo, de ira, de tristeza, de orgullo, de necesidad, de sufrimiento, etc, ante la mirada bondadosa de Jesús. No esconderle nada. No tratar de estar donde no estamos pretendiendo ser felices cuando no lo somos.

Dice el Curso:

El Espíritu Santo sólo te pide esto: que lleves ante Él todos los secretos que le hayas ocultado. Ábrele todas las puertas y pídele que entre en la oscuridad y la desvanezca con Su luz. Si lo invitas, Él entrará gustosamente. Y llevará la luz a la oscuridad si le franqueas la entrada a ella. Pero Él no puede ver lo que mantienes oculto. Él ve por ti, pero a menos que tú mires con Él, Él no puede ver. La visión de Cristo no es sólo para Él, sino para ti y para Él. Llévale, por lo tanto, todos tus pensamientos tene­brosos y secretos, y contémplalos con Él. Él abriga la luz y tú la oscuridad. Ambas cosas no pueden coexistir cuando las contempláis juntos. Su juicio prevalecerá, y Él te lo ofrecerá cuando unas tu percepción a la Suya.

Y esto ciertamente, lo podemos hacer. 🙏

No se nos pide más, pero tampoco menos.

Que la quietud del Cielo envuelva hoy tu corazón.

Feliz día. ❤

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