Ayer tuve la oportunidad de ir, gracias a una amiga, a ver el espectáculo de Sara Baras, «Voces«. No soy nada flamenca pero me apetecía ir a ver bailar a Sara ya que nunca la había visto en directo y había oído hablar muy bien de ella.
Su espectáculo es un homenaje a figuras del flamenco ya desaparecidas como Camarón, del que ayer se cumplían 25 años de su fallecimiento, Antonio Gades o Enrique Morente.
Sara es pura presencia en el escenario. Sus movimientos parecen guiados por una fuerza que no es de este mundo. Mi sensación era como si se convirtiese en el baile de manera que Sara desaparecía entre un taconeo y el siguiente.
Es técnica, pero es algo más. Algo que los flamencos llaman duende, o alma. Eso que te envuelve y te emociona porque es algo que todos compartimos. Ese Espíritu que se expresa a través de cada uno de nosotros y que ilumina con su luz aquello que no es más que un símbolo de algo más grande.
Sara bailando tiene luz.
Irradia luz.
No solo ella, toda su compañía es muy buena, pero ella brilla de una manera diferente. Ni mejor ni peor, pero diferente.
Es un puro darse, entregarse en cada pirueta, en cada vuelta, en cada giro, con una belleza que hipnotiza.
Y es pura humildad. Puro agradecimiento.
Una de las frases que me gustaron del espectáculo y que creo que es de Enrique Morente decía así: «En el flamenco no hay maestros todos somos aprendices«.
Dentro del camino espiritual en ocasiones perdemos de vista la humildad de darnos cuenta de que aquí no hay maestros, salvo nuestro maestro interno. Todos somos aprendices.
Esa guía interna, el Espíritu, es el único maestro. Aprender a escuchar esa Voz, ese susurro, es parte de nuestro aprendizaje.
Y eso, no nos engañemos, requiere disciplina. Requiere estar dispuesto a escuchar, a equivocarse y a volverse a poner en pie.
No hay que subestimar la inteligencia del ego.
Tan solo estamos rascando un poco de ese iceberg que representa el inconsciente, de esa culpa inconsciente de la que habla el Curso y que es la que dicta nuestro pensar, nuestro sentir y nuestras acciones.
Si crees que ya estás terminando con este trabajo, si crees que ya conoces de lo que el Curso te habla, que ya sabes sus principios y que has tenido alguna experiencia de perdón, presta atención a quien es el «yo» que valora todo el trabajo que ha hecho, o que piensa que ya va a iluminarse.
Un aprendiz es el que sabe que siempre está aprendiendo porque no sabe nada. Se rinde al maestro y deja que el juzgue todo por él.
En el momento en que crees que sabes algo ya estás cerrando la puerta al aprendizaje.
La arrogancia del ego dice «Yo ya sé«. Ya se lo que es mejor para mí, o para mi pareja, para mi familia, para mi jefe, para el mundo. Ya se que esto está mal, y que esto está bien.
Humildad es reconocer que no tenemos ni idea de que va esto. No sabemos lo que es mejor para nosotros, lo que es bueno para nuestro ego no tiene porque serlo para el plan de Dios y por lo tanto para tu salvación.
Dice el Curso: «No te pongas a ti mismo a cargo de esto, pues no puedes distinguir entre lo que es un avance y lo que es un retroceso. Has considerado algunos de tus mayores avances como fracasos, y has evaluado algunos de tus peores retrocesos como grandes triunfos«. (T-18.V.1.5:6)
Más claro el agua clara.
Ser un aprendiz es estar dispuesto a dejarse enseñar y eso implica estar dispuesto a estar equivocado respecto a lo que te has enseñado a ti mismo. Te has enseñado la pequeñez, y has negado tu grandeza. Has negado tu chispa, tu esencia divina, o la has convertido en algo merced de este mundo y de esta experiencia.
La diferencia del Curso respecto a otros caminos espirituales, y lo que lo convierte en una herramienta no apta para todos los oídos es que proclama que la única Realidad es Dios.
Si la única Realidad es Dios, esto quiere decir que este mundo NO lo ha creado Dios. Algo imperfecto, y este mundo lo es, no puede haber salido de la mano de un Dios Perfecto. El Amor Perfecto nunca pudo crear el miedo, por esa razón el Curso dice que: «Lo opuesto al amor es el miedo, pero aquello que todo lo abarca no puede tener opuestos«.
Si Dios es Amor y este mundo no lo creó Dios, eso quiere decir que el mundo fue creado SIN AMOR. Fue creado para actuar como UNA DEFENSA CONTRA EL AMOR.
Y el cuerpo como parte del mundo fue creado como UNA FORMA DE NEGAR TU SANTO SER, tu divinidad.
El mensaje del Curso no es que somos espíritu en una experiencia corporal. El mensaje del Curso es que somos Espíritu, punto. Lo que no quiere decir que niegues tu experiencia ya que todos creemos que somos un cuerpo y tampoco sirve de nada negar esta experiencia. Lo que se nos pide es que estemos dispuestos una vez más a que se nos enseñe que el cuerpo no es nuestro hogar. No es lo que somos.
El Cuerpo, la personalidad, el mundo, el universo son solo sombras detrás de las cuales hemos escondido la luz que realmente somos. El perdón nos lleva a despejar esas nieblas para que la luz, que siempre estuvo ahí vuelva a brillar en nuestra mente y nuestra percepción se vea sanada.
Volverse permeable para que la luz irradie a través de esa forma temporal que una vez haya cumplido su cometido se dejará a un lado.
Es quitarse de en medio para que el duende baile a través de nosotros.
Hacerse a un lado y como dice el Curso convertirse en un seguidor: «No quiero ser guía. Quiero ser simplemente un seguidor«. (L324)
Una forma de empezar el día es dando un paso atrás y reconociendo que queremos ser seguidores pues no sabemos lo que más nos conviene. No sabemos lo que es mejor para nuestra sanación, no sabemos lo que necesitamos, lo que nos daría verdadera felicidad. Ponernos a disposición para ser utilizados por esa luz que quiere expresarse a través de nuestros dones sea el baile como en el caso de Sara, la cocina, la música, la pintura, la escritura, o cualquier otra forma de expresión.
«Padre, hoy te entrego todos mis pensamientos. No quiero quedarme con ninguno de ellos. En su lugar, dame los Tuyos. Te entrego asimismo todos mis actos, de manera que pueda hacer Tu Voluntad en lugar de ir en pos de metas inalcanzables y perder el tiempo en vanas imaginaciones. Hoy vengo a Ti. Me haré a un lado y simplemente Te seguiré. Sé Tú el Guía hoy, y yo el seguidor que no duda de la sabiduría de lo Infinito, ni del Amor cuya ternura no puedo comprender, pero que es, sin embargo, el perfecto regalo que Tú me haces». (L-233)
No hay formas de expresión más espirituales que otras. No hay trabajos más espirituales que otros. Asistir a un espectáculo como el de ayer de Sara Baras puede ser una bendición mayor que asistir a un retiro con el maestro más reputado. Puede abrir tu corazón de una forma que ni te imaginas sin necesidad de asistir a terapia.
Sólo el Amor sana. Sólo el Amor es el Maestro.
Los demás sólo somos aprendices en este baile que es la Vida.
Un abrazo enorme,
PD: Os recuerdo que durante los meses de verano la Escuela seguirá abierta para todos aquellos que se sientan llamados a vivir más libres y en paz. ❤
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