Al comenzar el día
EL PERDÓN
Ayer vimos que el Curso nos lleva de la mano hasta el instante en que mantenemos este pensamiento:
Soy tal como Dios me creó,
fijo en nuestra mente.
En el Cielo tenemos una función santa: Crear.
Crear es extender nuestro ser o espíritu.
Es completar a Dios.
¿Qué significa esto?
No podemos entenderlo mientras no nos experimentemos allí.
Lo que la creación es no puede ni siquiera concebirse en el mundo. No tiene sentido aquí. (L-192.3.1-2)
Mientras nos experimentamos en este mundo necesitamos una función que podamos entender, esta es el perdón:
El perdón es lo que más se asemeja (a la creación) aquí en la tierra. (L-192.3.3)
Mientras nos experimentamos en este mundo parece que tenemos múltiples funciones a las que prestar atención: ser madre, hermana, trabajador, padre, amigo, terapeuta, etc.
El Curso nos recuerda, una vez más, que nuestra única función aquí es perdonar, ya que solo el perdón nos aportará la paz y la felicidad que buscamos en el mundo.
Perdonar no es simplemente eliminar los resentimientos que mantengo contra ti, es una nueva mirada sobre el mundo.
Al perdonar, tanto el mundo como el cuerpo cambian de propósito.
Antes el propósito era proveernos de satisfacción y/o de dolor.
Ahora el propósito se vuelve santo al ponerlos en manos de Uno (el Espíritu Santo, nuestro maestro interno) que conoce nuestra santidad.
Ahora se convierten en un recurso de aprendizaje para la paz.
Al perdonar nos acercamos a la visión de Cristo y somos conscientes de que:
Una vez que la ira haya desaparecido, podrás percibir que a cambio de la visión de Cristo y del don de la vista no se te pidió sacrificio alguno, y que lo único que ocurrió fue que una mente enferma y atormentada se liberó de su dolor. (L-192.6.1)
El perdón del Curso no tiene nada que ver con el perdón cristiano.
No se perdona el pecado, sino la creencia en el pecado (creencia en la separación) devolviendo de esta forma a la mente a su estado de inocencia.
El perdón del Curso nos ayuda a darnos cuenta de que no hay nada que perdonar salvo una confusión en nuestra mente.
El perdón reconoce que lo que pensaste que tu hermano te había hecho en realidad nunca ocurrió. El perdón no perdona pecados otorgándoles así realidad. Simplemente ve que no hubo pecado. Y desde este punto de vista todos tus pecados quedan perdonados. (C-1. 1-4)
Depende de nuestra voluntad para sanar el estar dispuestos a dejarnos enseñar.
El perdón es la respuesta a nuestra búsqueda de paz. ❤

En el curso del día
Durante el día vamos a recordar que:
El perdón me libera. Hoy elijo ser libre.
Tu función es estar dispuesto a perdonar, estar dispuesto a elegir paz en lugar de lo que estás eligiendo en este momento que siempre es una forma de tener razón: es decir validar tus propios juicios sobre ti, el mundo y los demás. Por lo tanto, estar dispuesto a perdonar es estar dispuesto a entregarme (a Jesús, al Espíritu Santo, tu maestro interno) tus juicios para que los re-interprete y los utilice con el propósito de la Unidad.

Al terminar el día
Dedica unos minutos a revisar tu día.
Hoy vamos a recordar una entrada del blog “Abre tus Alas”: El perdón me libera
¿Quién puede nacer de nuevo en Cristo sino aquel que ha perdonado a todos los que ve, o en los que piensa o se imagina? ¿Quién que mantenga a otro prisionero puede ser liberado? Un carcelero no puede ser libre, pues se encuentra atado al que tiene preso. Tiene que asegurarse de que no escape, y así, pasa su tiempo vigilándolo. Y los barrotes que mantienen cautivo al preso se convierten en el mundo en el que su carcelero vive allí con él. Sin embargo, de la liberación del preso depende que el camino de la libertad quede despejado para los dos.
Por lo tanto, no mantengas a nadie prisionero. Libera, en vez de aprisionar, pues de esa manera tú quedas libre. Los pasos a seguir son sencillos. Cada vez que sientas una punzada de cólera, reconoce que sostienes una espada sobre tu cabeza. Y esta te atravesará o no, dependiendo de si eliges estar condenado o ser libre. Así pues, todo aquel que aparentemente te tienta a sentir ira representa tu salvador de la prisión de la muerte. Por lo tanto, debes estarle agradecido en lugar de querer infligirle dolor. L-p1.192.8-9 (*)
Cierra los ojos y permite que alguien que te irrite, alguien a quien necesites perdonar venga a tu mente. Trae a tu mente todo lo que piensas de esa persona, cuál es la historia que mantienes sobre ella, lo que crees que debería hacer o de dejar de hacer. Se honesto contigo. Imagina que cada uno de esos pensamientos es un barrote de la cárcel donde lo mantienes prisionero. Tú eres el guardián, el carcelero, y en tu mano está la llave que abre esa prisión. Lo mantienes encerrado porque lo consideras culpable y responsable de lo que estás sintiendo. Al considerarlo culpable, crees que se merece el castigo de estar encerrado. Para seguir manteniéndolo en prisión tienes que mantener la causa de su culpabilidad, que es lo que estás sintiendo y pensando, tú historia sobre él. Luego para que él siga prisionero tú tienes que seguir sintiendo lo que estás sintiendo. Te lo vuelvo a repetir, al considerar que la prueba de su culpabilidad es lo que estás sintiendo, tienes que seguir sintiéndolo para mantener esa culpabilidad que justifica el que esté en prisión. Si dejases de sentir lo que estás sintiendo, que crees es la razón para mantenerlo encerrado, la prueba de su culpabilidad, él quedaría libre y no se haría “justicia”.
Así que para hacer “justicia”, te tienes que castigar a ti mismo manteniendo tu dolor, sufrimiento, y de esta forma su cautiverio. Y también el tuyo…
Para que él siga siendo culpable tienes que seguir sosteniendo tu sufrimiento, tu dolor, tus juicios (la espada). Si quieres soltarlos y estar en paz, tienes que liberar al cautivo también. O los dos estáis cautivos, o los dos sois libres.
Tú decides:
¿paz (soltar el dolor, el sufrimiento) o tener razón (seguir manteniendo tu historia)?
Tú decisión está ahí, en cuanto realmente deseas ser libre.
En cuanto valoras la paz en lugar del dolor y del sufrimiento emocional.
Esto es lo único que se te pide, que elijas el perdón para liberarte.
El resto ya no depende de ti. 🙂

Oración de la noche
Padre nuestro, bendice hoy nuestros ojos. Somos Tus emisarios, y deseamos contemplar el glorioso reflejo de Tu Amor que refulge en todas las cosas. Vivimos y nos movemos únicamente en Ti. No estamos separados de Tu vida eterna. Y moramos allí donde Tú nos ubicaste, en la vida que compartimos Contigo y con toda cosa viviente, para ser como Tú y parte de Ti para siempre. Aceptamos Tus Pensamientos como nuestros, y nuestra voluntad es una con la Tuya eternamente. Amén. (L-163.9.1-8)
Descansa en la quietud de que tus ruegos han sido escuchados y serán contestados.
Descansa en el Amor. ❤
¡Feliz día!

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2 comentarios en “Día 18: El perdón”