Os dejo con la reflexión sobre la 13ª lección del Curso.
Puedes leer esta 13ª lección en este enlace: Libro de Ejercicios UCDM
LECCIÓN 13
UN MUNDO SIN SIGNIFICADO ENGENDRA TEMOR.
Al sentarme hoy a escribir esta reflexión noto ansiedad, miedo saliendo a la superficie. El propósito de esta lección es hacernos conscientes del miedo y de cual es su causa.
En la lección de ayer se nos decía que «estoy disgustado porque veo un mundo que no tiene significado«. Así que mi experiencia, lo que estoy sintiendo, es fruto de que «estoy viendo un mundo que no tiene significado«.
Esta lección es «más específica en cuanto a la emoción suscitada«. No sólo «estoy disgustado porque veo un mundo que no tiene significado«, sino que «dicho mundo engendra temor«.
El miedo que experimento se debe a que estoy percibiendo un mundo que no tiene significado.
¿Por qué un mundo sin significado engendra temor?
Porque «un mundo sin significado es imposible. Lo que no tiene significado no existe«.
Si el mundo no existe, entonces el pensamiento que le dio origen tiene que ser igualmente irreal. Todo el sistema de pensamiento del ego, basado en la separación tiene que ser igualmente irreal. Si mi existencia, mi vida, responde a mis pensamientos y estos son irreales, estoy viviendo una fantasía, algo que no es real: un sueño.
Mi existencia como un «yo» separado es un sueño, no es real.
Esto en algún nivel lo sabemos, de ahí el miedo que experimentamos durante nuestra ¿vida?
Un mundo sin significado amenaza mi identidad personal.
¿Y que hago cuando percibo una amenaza?
Me defiendo.
¿Cómo?
A través de otorgarle significado a todo.
Todos los símbolos del mundo están ahí para cumplir el propósito del ego de mantener vigente la «idea de la separación». Son nuestras defensas. Las fabricamos con ese propósito.
Durante la mayor parte de mi vida la ansiedad estuvo presente de forma constante. Cuando empecé con el trabajo del Curso esta se hizo más evidente. Al principio pensaba que era debido al estudio del mismo, pero no es que el Curso provoque ansiedad, sólo te hace consciente de la ansiedad que siempre estuvo presente. No es que te encuentres peor desde que llegó a tu vida, algo que yo he pensado en muchas ocasiones. Es simplemente que has decidido encender la luz y ahora puedes percibir el desorden que antes mantenías escondido. Y eso puede hacer que quieras volver a apagar la luz, cerrar la puerta y decir: ¡Hasta luego Mari Carmen! 😉
Todos en algún momento hemos querido tirar el Curso contra la pared, abandonarlo, volver a esa inconsciencia, pero es imposible.
He tenido etapas en las que sentarme a leer el texto, o en silencio, ponerme a escribir, escuchar a mi maestro interno, me despertaban tal sensación de ansiedad que incluso el ponerme a fregar o a hacer algo que en principio no me gusta me parecía una buena opción.
Esa ansiedad es simplemente el ego que se ve amenazado, y puesto que nos hemos identificado con el ego, sentimos esa amenaza como propia.
«El reconocimiento de esa falta de significado produce una aguda ansiedad en todos los que se perciben como separados«.
Pero no somos el ego.
Su ameneza no es la nuestra.
El propósito de Jesús no es infundirnos miedo sino hacernos consciente de él.
Al igual que el niño que tiene miedo del monstruo debajo de la cama y trata de manejar ese miedo no mirando o dejando la luz encendida, nosotros también tratamos de anestesiar el miedo, o la ansiedad, con comida por ejemplo, o mirando en internet, o sentándonos a ver la televisión, o buscando entretenernos.
Nos volvemos adictos a las relaciones, al sexo, a la comida, al éxito, a la lectura, a hacer cursos, a la espiritualidad, incluso al Curso, como forma de lidiar con ese miedo y esa ansiedad.
Pero al igual que en el ejemplo del niño, el miedo sigue ahí, acechando.
Dice el Curso en el capítulo 11:
Nadie puede escarpar de las ilusiones a menos que las examine, pues no examinarlas es la manera de protegerlas.
Así que estamos aprendiendo a examinarlas, a dejar de protegerlas. Las protegemos cuando no las miramos de frente, cuando hacemos como si no estuvieran ahí.
No hay necesidad de sentirse amedrentado por ellas, pues no son peligrosas.
Jesús, al igual que el padre amoroso que sabe que no existen los monstruos debajo de la cama, nos recuerda que no debemos tenerlas miedo puesto que no son nada.
Estamos listos para examinar más detenidamente el sistema de pensamiento del ego porque juntos disponemos de la lámpara que lo desvanecerá, y puesto que te has dado cuenta de que no lo deseas, debes estar listo para ello.
Estamos listos para desenmascarar al ego y su propósito, y contamos con la ayuda para poder hacerlo, así que:
Mantengámonos muy calmados al hacer esto, pues lo único que estamos haciendo es buscando honestamente la verdad.
Estamos buscando honestamente la verdad, ese es nuestro propósito ahora.
La «dinámica» del ego será nuestra lección por algún tiempo, pues debemos primero examinarla para poder así ver más allá de ella, ya que le has otorgado realidad.
Y eso es lo que hacemos con ejercicios como el de hoy, examinar esa «dinámica» para poder ver más allá de ella.
Juntos desvaneceremos calmadamente este error (que sea real), y después miraremos más allá de él hacia la verdad.
Así que ahora, de la mano de Jesús, decimos: vale, voy a mirar debajo de la cama porque quiero que me convenzas de que no hay monstruo. Yo creo que si lo hay, de hecho quiero que lo haya, enséñame a darme cuenta de que no es esto lo que realmente deseo.
La «dinámica» del ego es que está en competencia con Dios.
La «dinámica» del ego es la competencia.
Esta idea es la que subyace al sentimiento de temor, de ansiedad que experimentamos.
A veces me imagino al ego como un muñeco de nieve. Y a Dios como el sol. Dios está constantemente irradiando luz, calor. Cuando me identifico con el ego, Dios es mi enemigo. Así que tengo que protegerme porque su presencia supone una amenaza contra mi existencia. En presencia de Dios, el muñeco de nieve se derrite, desaparece.
Cuando me identifico con el ego, necesito defenderme de Dios.
El mundo que he fabricado, y que no tiene significado, es mi defensa. Mi cuerpo es mi defensa. Mis «problemas» son mi defensa. Mis «resentimientos» son mi defensa. Actúan como un paraguas que impide que los rayos del sol me alcancen. Que el amor me alcance.
Mis pensamientos sin significado son mi defensa.
El sistema de pensamiento del ego es mi defensa contra Dios.
Pero la necesidad de una defensa me recuerda constantemente el «peligro», me recuerda que Dios es mi «enemigo».
De ahí mi temor, mi miedo.
Esa es la razón de que un mundo sin significado (mi defensa contra el «enemigo») engendre temor.
Engendra temor porque ahora estoy en competencia con Dios (aunque como se nos recuerda en esta lección «no hace falta a estas alturas que creas esta afirmación«, incluso te parecerá absurda).
Es o Dios o el ego. O el sol o el muñeco de nieve. O el amor, o el miedo.
En presencia del amor el miedo se desvanece.
Pero para desvanecerse primero tenemos que ser conscientes de él, no esconderlo, no taparlo, no negarlo, no anestesiarlo.
Observarlo y recordarnos: «ah vale estoy experimentando resistencia, miedo, porque me he identificado con algo vulnerable, como un muñeco de nieve, y ahora veo al amor como una «amenaza».
Tenemos que reconocer el miedo, examinar nuestras defensas para ir más allá de ellas, y eso es lo que hacemos cuando practicamos con la idea de hoy:
Estoy contemplando un mundo sin significado.
Un mundo sin significado engendra temor porque creo que estoy compitiendo con Dios.
Que la quietud del Cielo envuelva hoy tu corazón.
Feliz día. ❤
La idea de la competencia y de como utilizamos los símbolos del mundo (en este caso una iglesia) como forma de mantenernos separados puedes verla en la película: «Dios no ha muerto 3. Una luz en la oscuridad«.
PD: Puedes escuchar esta reflexión en nuestro canal de Ivoox:
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Puedes escucharla también en youtube:
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