Una espiritualidad llena de esperanza

Hola, gracias por estar aquí. ❤

Ayer llegué a este texto de Kenneth Wapnick por «casualidad» y he querido compartirlo porque explica de manera sencilla, pero sin concesiones, ni excepciones, el verdadero trabajo del Curso.

Me encanta leer a Kenneth y no creo que haya maestro que haya entendido mejor la metafísica del Curso. Siempre que leo algo suyo me anima a seguir aprendiendo y sobretodo practicando con el Curso.

Y me siento muy humilde de estar dando los primeros pasos en este camino de los milagros y darme cuenta de lo poco que se y de lo mucho que necesito seguir practicando. 🙂

El texto de hoy forma parte de una entrevista titulada: Un Curso de Milagros: Una espiritualidad llena de esperanza.

Puedes leer toda la entrevista en este enlace: UN CURSO DE ESPERANZA

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Echemos un vistazo a una lección donde se habla de todo esto de una manera excelente: La lección 284, «Puedo elegir cambiar todos los pensamientos que me causan dolor«. Lo que esto quiere decir es que no es el mundo lo que nos hiere; no es nuestro trabajo o nuestro jefe lo que nos hiere; no es nuestra relación especial la que nos causa dolor; no es el cuerpo lo que nos duele. Son nuestros pensamientos los que nos causan dolor, lo cual es lo que las lecciones 5 y 34 nos dicen: «Nunca estoy disgustado por la razón que creo» y «Podría ver paz en lugar de esto«. He aquí lo que la lección 284 dice:

Las pérdidas no son pérdidas cuando se perciben correctamente. (L.284.1.1)

El mundo siempre juzga las pérdidas en términos del cuerpo: estoy perdiendo mi salud, mi vitalidad, mi juventud, mi felicidad, mi trabajo, mi dinero, a mi ser querido, mi casa. Siempre hay alguna pérdida exteriorizándose. Cuando percibimos apropiadamente la pérdida nos damos cuenta de que no podemos perder nada ahí fuera. No hay nada ahí fuera, y cualquier percepción de pérdida viene de nuestra creencia mental en ella [en la pérdida], la cual (la creencia) la podemos cambiar: «Puedo elegir cambiar todos los pensamientos que me causan dolor«.

El dolor es imposible. No hay pesar que tenga causa alguna. Y cualquier clase de sufrimiento no es más que un sueño. (L.284.1.2-4) 

En otras palabras, el mundo no nos hace sufrir. El sufrimiento es parte del sueño del ego. Ahora viene un pasaje que es muy importante tener en cuenta, porque nos ayuda a recordar que esto es un proceso:

Esta es la verdad [es decir, que todo lo de aquí es una ilusión; el placer y el dolor son ilusorios], que al principio solo se dice de boca, y luego, después de repetirse muchas veces [probablemente muchas, muchas, muchas veces, pero decirlo así sería estropear el metro, así que hay un único «muchas», pero estoy seguro de que Helen escuchó «muchas, muchas, muchas veces»], se acepta en parte como cierta, pero con muchas reservas. Más tarde se considera seriamente cada vez más y finalmente se acepta como la verdad. (L.284.1.5-6) 

Esta es una descripción muy clara del proceso que todo estudiante de Un Curso de Milagros recorre. Leemos las palabras y decimos que son lindas, tal vez incluso hermosas, y nos gustaría creer en ellas, pero tenemos reservas [1]: podemos ver que eso funciona en algunos casos, pero no en otros, en algunas relaciones o enfermedades, pero no en otras: con un dolor de cabeza, pero no con un cáncer. Objetamos: «¡Pero yo tengo un pago de la hipoteca vencido!». Y entonces decimos las palabras una y otra vez. Seguimos leyéndolas y escuchándolas. Después las aceptamos parcialmente [2], todavía con muchas reservas. Después empezamos a pensar sobre ellas más y más seriamente [3]. Y finalmente las aceptamos como la verdad [4]. Lo que nos convence para aceptarlas como la verdad no son las palabras en sí mismas. Lo que nos convence es nuestra propia experiencia. Comenzamos a ver que lo que atravesamos en el nivel de la forma puede ser horrible, pero que todavía podemos estar en paz. Así que alguien puede haber dicho algo muy desagradable de mí, pero ya no me lo tomo de manera personal. Empezamos a practicar eso cada vez más, y a verlo cada vez más. «Los que tienen miedo pueden ser crueles» (T.3.I.4.2). Las personas pueden actuar con crueldad hacia nosotros, pero ellas están tan asustadas como nosotros. Tenemos que preguntarnos: «¿Por qué tengo que ser parte de su (de ellas: las personas) sueño?».

Hay una importante sección en el capítulo 28 titulada «El acuerdo a unirse» (T.28.III). El contexto es la enfermedad y Jesús nos invita a no aceptar el sueño de enfermedad de nuestro hermano (T.28.III.3.3; tb. T.28.III.2.3), lo cual no quiere decir que nos volvamos insensibles ante alguien que esté sufriendo; no nos reímos de eso ni nos volvemos desagradables. Lo que quiere decir es que no perdemos nuestra paz, lo cual de hecho nos volverá mucho más cariñosos, atentos y considerados porque no tendremos conflicto, culpa ni miedo interfiriendo con nuestra libre expresión del amor [así podremos ser «verdaderamente útiles» como se nos recuerda en esta oración del Curso].

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Esto es algo que podemos practicar. Cuando alguien dice algo desagradable, no tenemos por qué ser parte del sueño de esa persona. Pero si nos enojamos lo que estaremos diciendo es: «Sí, tienes razón. El sueño de la separación es real y está poblado de víctimas y verdugos; lo lamento por las víctimas y odio a los verdugos». Podemos dar un paso hacia atrás de eso y recordar que si todos somos lo mismo, entonces los verdugos creen en lo más profundo que ellos han sido víctimas y que la única manera con la que pueden hacer frente al dolor es mediante el ataque. Una vez más,»los que tienen miedo pueden ser crueles«. Toda víctima es un silencioso verdugo señalando con un dedo acusador diciendo: «Mírame, hermano, por tu culpa muero» (T.27.I.4.6).

Más tarde, el Texto dice: «Y lo que ves en cualquier clase de sufrimiento que padezcas es tu propio deseo oculto de matar» (T.31.V.15.10). Siempre he dicho que en todo el libro ese es el pasaje más difícil de que la gente realmente lo mire. «Y lo que ves en cualquier clase de sufrimiento que padezcas es tu propio deseo oculto de matar«. Queremos sufrir para que alguna otra persona sea considerada responsable. Existimos pero no es culpa nuestra, y Dios castigará y destruirá a esa otra persona. Paralelamente, un pasaje anterior dice que los pecados de nuestro hermano están «escritos en el Cielo (…) y que van delante de él (…)» (T.27.I.3.2). Nuestro sufrimiento le dice a Dios que mire los pecados de esa persona, los cuales están escritos en el Cielo y van delante de ella, queriendo decir que esos pecados harán caer a esa persona en el infierno, donde ella será castigada. Y dado que se trata de o el uno o el otro, si esa persona va al infierno, entonces yo debo ir al Cielo.

Entender esto nos da algo que recordar cuando estemos en medio de situaciones que sean dolorosas o espantosas, en las cuales estamos todos casi todo el tiempo. Así podremos decir en serio que: «Podría ver paz en lugar de esto«. Reafirmemos este importante punto: esto no quiere decir que vayamos a justificar la conducta desagradable o la crueldad de las personas. Simplemente significa que no las atacaremos. Son personas asustadas, pero todo el mundo está asustado y por lo tanto todo el mundo tiene pensamientos y sentimientos crueles, actuando cruelmente. La mayoría de nosotros no robaría bancos, ni violaría, ni mataría a gente inocente, ni tirarían bombas sobre aldeas estando contentos con eso: «¡Oh, hoy he tenido un gran día! He matado a ciento cincuenta personas y la mayoría de ellas eran mujeres y niños… ¡ya tienen su merecido!». La mayoría de nosotros no haría eso, pero todos lo haríamos en algún nivel. Puede que no lo hagamos en la forma, pero cuando nos alegramos de que el violador local haya sido capturado y severamente castigado, o incluso matado, no somos diferentes del violador. Pues con eso estamos diciendo que el sufrimiento de alguna otra persona me produce placer. Y bien, ¿no es eso lo que hace un violador? Lo que el violador dice es: «Tú no me importas. Yo sólo quiero mi placer». Pues bien, nosotros queremos el placer de saber que ese bastardo culpable está siendo matado [ o condenado] y nosotros no. Obtenemos de eso un gran placer, como todos sabemos. Simplemente observa a una familia cuyo hijo ha sido asesinado; obsérvales fuera de la sala, cuando se ha dado el veredicto y el tipo que mató a su hijo o que violó y asesinó a su hija se va tras las rejas y nunca saldrá de ahí. Ellos están totalmente eufóricos. ¡Se ha hecho justicia! Pero es el infierno, no se ha hecho justicia sino injusticia porque no hay amor ahí. El amor no castiga. El amor puede poner un límite a la capacidad de las personas para crear falsamente, pero nunca lo haría con un espíritu de castigo (nunca con ánimo castigador, nunca con odio).

Todos estamos silenciosamente contentos cuando el agresor es atrapado. Eso no nos hace mejores que él. Esto es lo que tenemos que ver. No hay que confundir el símbolo con la fuente. En el nivel del símbolo todos somos muy, muy diferentes. En el nivel de la fuente, que es la mente separada, todos somos lo mismo. Todos somos secretos Hitlers y Stalins. Todos somos asesinos. Todos somos secretos Jesuses y secretos Budas porque todos tenemos una mente correcta. Todos somos lo mismo. Todo el mundo tiene una mente correcta —todo el mundo. Si excluimos a una persona estamos excluyendo a toda la Filiación, porque lo que hace que la Filiación sea la Filiación es el hecho de estar unificada. Todos somos uno. Este es un pensamiento muy aleccionador.

Con frecuencia digo que si quieres ver lo lejos que has llegado con el Curso, simplemente observa un juicio que haces y pregúntate a ti mismo si harías este juicio con respecto a todos los aspectos (o todas las personas) de la Filiación. Toma cualquier pensamiento no amable (o de antipatía, desagradable) que tengas hacia una persona y pregúntate si extenderías ese pensamiento hasta abarcar a todas las demás personas (o aspectos de la Filiación, por ejemplo animales, etc), incluyendo a Jesús y la gente que amas aquí. Lo más probable es que dijeras: «No. Jesús nunca violó a nadie. Él nunca fabricó una bomba ni la tiró sobre la gente inocente de una aldea». Al juzgar y pensar en los demás de manera poco amable, lo que estamos haciendo es diferenciar y fragmentar a la Filiación. Estamos diciendo que hay una jerarquía de ilusiones, lo cual como ya hemos visto es la primera ley del caos (T.23.II.2.1-2). Estamos diciendo que hay personas aquí que son diferentes a otras personas.

Las personas son diferentes en el nivel de la forma, pero no en el nivel de la mente. No hay que confundir el símbolo con la fuente. Los símbolos son diferenciados, a menos que los hagamos símbolos de la mente correcta, los cuales entonces abarcan a todos. Por lo tanto, si tú tienes una experiencia maravillosa y beatífica al contemplar una gran obra de arte o una gran escena de la naturaleza, y no permites que ese amor abarque a todos, entonces estás negando la belleza de esa experiencia. Estás diciendo que puedes tener una experiencia maravillosa del Amor de Dios en cualquier forma que pueda tomar, pero que no puedes llevarlo a casa contigo porque tienes todos estos ruidosos niños interrumpiendo tu paz; o que no puedes llevarlo al trabajo; o que no puedes llevarlo contigo cuando estás viendo las noticias.

Cuando pensamos de esa manera, estamos tomando la experiencia del amor y limitándola, lo cual significa que ya no es amor. Tener un pensamiento poco amable o hacer alguna cosa desagradable no nos convierte en pecadores, pero ciertamente está diciendo que todavía valoramos, afirmamos y damos testimonio de la realidad de la separación, la realidad de la fragmentación, lo cual es lo mismo que decir que hay una jerarquía de ilusiones: que en este mundo hay personas buenas y malas. Es cierto que hay personas a las que juzgamos como buenas y que hacen cosas buenas según nuestra estimación, y personas a las que llamamos malas y que hacen cosas que consideramos malas. Pero no todas las personas estarían de acuerdo con nuestra evaluación, lo cual significa que no es una evaluación universal, y si no es universal, no es real.

La mentira del mundo es que los símbolos significan algo, y el significado es que ellos se diferencian (unos de otros). Esa es la mentira de los símbolos. Ese es el significado que los símbolos tienen para el ego. El propósito de cualquier símbolo es llevarnos de vuelta a la fuente. Si se trata de la fuente de la mente-errada, entonces nos conviene cambiar de mentalidad. Si se trata de la fuente de la mente-correcta, entonces lo que nos conviene es fortalecerla y compartir el amor que proviene de esa decisión en favor de la mente-correcta. Eso es lo que hace que el Curso sea tan difícil. Hay una sección titulada «Salvación sin transigencias» ((o sea: sin hacer concesiones)) (T.23.III). Si de verdad queremos ser salvados, lo cual quiere decir salvados de nuestra decisión en favor de la culpa, tenemos que incluir a todos en nuestra decisión. Este Curso es inflexible ((sin transigencias: no hace concesiones)). El tono del mismo es muy dulce y suave, y la experiencia de tener a Jesús como nuestro maestro es muy amorosa, amable y paciente, pero él ((Jesús)) es inflexible ((no hace concesiones)). En un mensaje Jesús le dijo a Helen algo que en realidad es para todos nosotros: «Te amaré, te honraré y respetaré absolutamente lo que has hecho, pero no lo apoyaré a menos que sea verdad» (T.4.III.7.7). Él no apoya nada que nosotros digamos o pensemos. El Curso niega que cualquier cosa que pensemos ((nuestras creencias en el mundo)) sea cierta. Jesús respeta lo que nosotros pensamos porque nuestros pensamientos/creencias provienen de nuestro poder de decisión. Si no respetamos el poder de nuestra decisión de elegir al ego, nunca respetaremos el poder de elegir al Espíritu Santo, pero Jesús no apoyará nuestra decisión en favor del ego porque el ego no es verdad.

En ese sentido, el Curso es inflexible. Es dulce, suave, amoroso y amable, ¡pero es siempre claro e inflexible! Muchos estudiantes se sienten tentados a esquivarlo, pensando que Jesús no está realmente diciendo lo que dice, o lo esquivan al no hacer caso de ciertas cosas que leen. Así que cuando Jesús nos dice que nuestros ojos no ven, hacemos como que no hemos visto o leído ese pasaje. Correcto, ¿entendido? Los ojos no ven. Nosotros fingimos que no vemos esta frase que dice que nuestros ojos no ven. Vemos ((leemos)) lo que queremos ver ((leer)).

Por lo tanto, al practicar el Curso, tenemos que seguir compartiendo esa amabilidad y suave dulzura de nuestro maestro ((Jesús)), pero tenemos que ser inflexibles en no considerar como causa a nada externo. Nunca estamos disgustados ((o molestos)) por la razón que creemos (Lección 5). Pensamos que estamos molestos porque… Y todos tenemos una larga lista de «porqués» ((de causas, justificaciones)). De la misma manera en que podemos fácilmente decir que creemos ser felices porque… lo cual significa que nunca somos felices por los motivos que creemos. El mundo miente. El mundo fue hecho para mentir. «Nada es tan cegador como la percepción de la forma» (T.22.III.6.7). La forma miente. La forma nos ciega. Los símbolos nos impiden ver la fuente. Por eso es por lo que: «Nada es tan cegador como la percepción de la forma«.

Este Curso, lo repito, es la única cosa que yo conozca que ofrece verdadera esperanza porque nos lleva de regreso a la mente, al enseñarnos por qué hicimos el mundo al principio de todo, por qué luego seguimos viniendo a este mundo, por qué seguimos argumentando en favor de este mundo, por qué incluso llegamos a pensar que Un Curso de Milagros trata sobre vivir en este mundo y que Jesús nos va a decir algo. ¿Qué podría él decirnos en nombre de Dios excepto que somos el Hijo de Dios?

Una vez más, lo que hace difícil este Curso es su naturaleza inflexible, pero en eso mismo se halla  también la esperanza de este Curso; ahí es donde está la salvación; y esa es la razón por la que requiere un montón de trabajo duro [práctica, práctica, práctica].

Fuente: Kenneth Wapnick

Que la quietud del Cielo envuelva hoy tu corazón.

Feliz día. ❤

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