No me gobiernan otras leyes que las de Dios

Hoy me gustaría compartir parte de las explicaciones de Kenneth Wapnick a la lección 76 de Un Curso de Milagros que dice así: No me gobiernan otras leyes que las de Dios.

Puedes leer la lección completa comentada en este enlace: Lección 76

A mí particularmente me ha parecido muy interesante. 🙂

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Así que esta lección es una llamada a todos nosotros para que prestemos una cuidadosa atención y reflexionemos sobre lo que Jesús nos está enseñando en Un Curso de Milagros. Cuando él nos dice una y otra vez —como lo hace posteriormente en el 6º repaso de este Libro de ejercicios—: «No soy un cuerpo. Soy libre. Pues aún soy tal como Dios me creó«, él quiere decir eso muy literalmente. Cuando nos dice: «Soy espíritu«, él también quiere decir eso muy literalmente.

Tenemos que tener bien claro que nosotros no creemos eso, porque seguimos pensando que Jesús, una persona separada, nos está hablando a nosotros como personas separadas, y enseñándonos cosas muy bonitas. Sin embargo, todavía no nos damos cuenta de que él no nos está enseñando como un cuerpo. Lo que nosotros consideramos como nuestro ser corporal no es sino el reflejo de un pensamiento en la mente. Esta lección es tan importante porque señala claramente la naturaleza ilusoria del cuerpo. Igual de clara, si la sopesamos cuidadosamente, es la razón de que tengamos tantos problemas con ella: ¡no queremos creer eso! La base de nuestra dificultad es la negativa a aceptar que la salvación no está fuera de nosotros, sino dentro de nuestra mente, el lugar donde se halla tanto el problema como la respuesta.

Esta lección ciertamente no pretende desalentar a los estudiantes de Un Curso de Milagros de que busquen atención médica, ni pretende que rechacen las vacunas si planean viajar al extranjero, por ejemplo. No tiene la intención de disuadir a los estudiantes de comer alimentos que son buenos para ellos, o de hacer cualquier cosa que ellos crean que es saludable. Todos tenemos alguna noción de lo que es bueno o malo para nosotros, no hay bien o mal [bien o mal: correcto o equivocado] en este sentido —y sea lo que sea en lo que tú creas, eso deberías hacer. Además, Jesús no te está diciendo que deberías renunciar a la amistad o a cualquier cosa que refleje las leyes del mundo. Él simplemente dice que te sería útil darte cuenta de cuál es la fuente de estas leyes, y entender su lugar en el sistema de pensamiento del ego. Sólo entonces puedes elegir cambiar su propósito, de modo que tome su más adecuado lugar dentro del sistema de pensamiento corrector del Espíritu Santo.

Implícito en todo esto, por volver a señalar este punto, está la necesidad de que nos demos cuenta de la tremenda resistencia que tenemos a aceptar el hecho de que no somos cuerpos.

¡La parte de nosotros que se aferra a nuestro yo individual y especial no se siente feliz! Tenemos que ser conscientes de nuestra resistencia a sentirnos realmente contentos de que la salvación no está fuera de nosotros sino dentro. Tomar consciencia de esto hará posible que finalmente llegue la verdadera alegría.

Una vez más, Jesús no insiste en que renunciemos a nuestras actividades corporales, sino que nos pide entender por qué las hacemos.

(3) Piensa en la liberación que te brinda el reconocimiento de que no estás atado a las extrañas y enrevesadas leyes que has promulgado para que te salven. Crees realmente que te morirías de hambre a menos que tengas fajos de tiras de papel moneda y montones de discos de metal. Crees realmente que una pequeña píldora que te tomes o que cierto fluido inyectado en tus venas con una fina aguja te resguardará de las enfermedades y de la muerte. Crees realmente que estás solo a no ser que otro cuerpo esté contigo. 

Jesús toma tres de los aspectos más importantes de nuestra existencia aquí: 1) la dependencia del dinero, 2) el miedo a la enfermedad y la necesidad de ir a los médicos en busca de ayuda, y 3) la relación especial que dice que si no tengo a otra persona conmigo, estaré solo con mi infelicidad. Sin embargo Jesús no nos está pidiendo que renunciemos a estas cosas; simplemente nos invita a que miremos la inversión que hacemos en ellas.

Es esencial que cuides de tu cuerpo mientras pienses que tú eres uno. No hacerlo mientras aún te identificas con uno es únicamente una expresión de auto-odio y de auto-castigo, por no decir que es una tontería. Cuidar de tu cuerpo puede ser una forma dulce y amable de perdonarte a ti mismo. Recuerda, nadie que lea Un Curso de Milagros cree totalmente en lo que Jesús dice, porque si así fuese no necesitarían el Curso. Tenemos una fuerte creencia de que somos cuerpos. De hecho, estas lecciones están dirigidas especialmente a quienes creen en cuerpos.

No estamos limitados por las leyes del cuerpo, sino más bien por la decisión de nuestra mente de ser un cuerpo, el cual ha sido diseñado específicamente para estar sometido a las leyes que parecen atarnos. De modo que lo que buscamos es proteger el cuerpo para salvarnos [«protege el cuerpo y te salvarás»], mientras que nuestra verdadera protección —la Expiación— queda enterrada bajo las leyes del ego de la culpa y el especialismo.

¿Cómo la mente se hace daño a sí misma? Culpa. El «daño» original a mi mente fue la creencia de que me separé de Dios, pues con esa decisión negué mi verdadera realidad. A partir de ese momento me castigué a mí mismo con la culpa.

Mi ego no quiere que me dé cuenta de que es mi mente la que me está victimizando, y de que yo —el tomador-de-decisiones tapado por el sistema de pensamiento del ego— soy el que sufre. Por tanto, mi tomador-de-decisiones, ahora identificado con el ego, proyecta la culpa sobre el cuerpo, que se convierte así en la sombra de la culpa. Y ahora parece que el cuerpo sufre —la cortina de humo que mantiene mi mente fuera de mi conciencia.

Jesús nos ayuda a entender la motivación o propósito de tener un cuerpo: disponer de un sitio donde ocultar la culpa de la mente. Así que el ego nos dice que ciertamente tenemos un problema real —en nuestros cuerpos— pero que afortunadamente hay leyes que se van a ocupar de eso. El problema —trata de convencernos el ego— no es nuestro vacío interior por haber abandonado a Dios, sino que por ejemplo el problema es el vacío de nuestros estómagos. Así que los llenamos de comida y nos sentimos bien. La «ley» establece que: si tienes hambre, comes. Además, si quieres mantenerte saludable mediante una alimentación sana, entonces debes comer determinados alimentos —cualquiera en el que tú tengas confianza, pues la comida en sí no importa.

Por lo tanto el ego se ha hecho cargo del problema de la carencia —la ausencia de Cristo debido a que creo que Le crucifiqué— dividiendo dicho problema en trozos y proyectándolo, de modo que ahora puedo percibir la carencia en mi cuerpo. Entonces las «leyes» del ego vienen a salvarlo, y a resolver el problema de mantener nuestra existencia física y psicológica como criaturas del mundo. Por lo tanto el problema se convierte, además del problema de la comida, en otros ejemplos como los siguientes:

1) El problema es que estoy solo en el universo, debido a que destruí a Dios. Sí —concuerda el ego—, hay un problema de soledad, pero es del cuerpo. Así que voy a inventar las relaciones especiales y te enseñaré las leyes de la manipulación y de la seducción, que te ayudarán a mantener a otros cuerpos cerca de ti. Así queda resuelto el problema de tu soledad.

2) El problema es que me he vuelto pobre al haber echado por la borda el tesoro de Dios. No tengo nada. Sí —concuerda el ego—, es cierto que tienes un problema de empobrecimiento, pero es a nivel del cuerpo. Así que voy a inventar el dinero y te enseñaré las leyes que te ayudarán a ganarlo. Así queda resuelto el problema de tu pobreza.

3) El problema es que estoy angustiado [literalmente: «I am sick at heart», que no significa «enfermo del corazón» sino cosas como «angustiado», «enfermo de angustia», «emocionalmente destrozado», incluso triste, desolado, etc, o sea, con el «corazón» enfermo en el sentido emocional, no del corazón físico, como pasa con el «mal de amores» o cualquier sufrimiento emocional, pues las emociones son cosas del «corazón»] porque he traicionado a Dios. Sí —concuerda el ego—, es cierto que estás enfermo, pero es a nivel del cuerpo. Así que voy a inventar la medicina y te enseñaré las leyes para poder adquirirla y usarla. Así queda resuelto el problema de tu enfermedad.

Y así una y otra vez.

Esta lección nos ayuda a entender que las leyes que el ego dice que salvarán al cuerpo, sólo sirven para defender la separación y la culpa que hay en nuestra mente. El propósito de Jesús, una vez más, no es hacer que nos sintamos culpables o como fracasados, sino simplemente ayudarnos a darnos cuenta de dónde está el problema para que pueda ser verdaderamente resuelto.

Debemos prestar especial atención a las leyes que seguimos del ego, con el fin de rastrearlas de vuelta hacia la mente para ver lo que ellas representan en nuestra mente, como indicábamos más arriba en estos comentarios.

De modo que: el dinero deshace [más bien disimula] nuestra experiencia de empobrecimiento espiritual; llenar de comida el estómago y de oxígeno los pulmones satisface la sensación de carencia presente en nuestra mente separada; y el especialismo deshace la soledad que es el estado «natural» de una mente separada. Por lo tanto podemos usar las leyes del ego para que ellas nos reflejen aquello que tenían la intención de ocultar: la creencia de que las leyes de Dios pueden ser reemplazadas. De hecho, han sido reemplazadas —por mí; al menos por la mentalidad-errada, que me ha engañado al creer que hay un yo separado.

Pero ahora estamos listos para aprender que este delirio [engaño, ilusión] se produjo únicamente en nuestros sueños. Nuestro Ser real únicamente espera a que abramos nuestros ojos.

Así que tratamos de recordar —tan a menudo como podamos y especialmente cuando estemos tentados de creer en las leyes del ego de la escasez y de la privación, del especialismo y de la pérdida— que «no hay más voluntad que la de Dios, ni más leyes que la Suya«. Después reconocemos felizmente: «Sí, yo inventé estas leyes y todavía creo en ellas. Pero ahora estoy dispuesto a admitir que yo estaba equivocado. La verdad es que mi Padre es Dios y no el ego, y por lo tanto estoy salvado de mis pensamientos de pecado y culpa, pues ellos han desaparecido en Su Amor«.

La única cuestión pendiente para nosotros mismos es por qué no habríamos de recordar este hecho feliz durante todo el día.

Fuente: Kenneth Wapnick, comentarios a la lección 76.

Os dejo con el trailer de dos películas que he visto últimamente que sirven como metáforas del despertar.

La primera es Mowgli, la nueva adaptación de Netflix. Un símbolo del problema de identidad, de no saber quienes somos y de haber olvidado nuestro Hogar. Una película que nos ayuda a recordar.

La segunda película es de animación, Smallfoot. Esta película es una metáfora del despertar llena de claves y símbolos. Ir más allá de las nubes, como nos recuerda el Curso, atreverse a cuestionar todo lo que vemos o hemos creído era verdad, representado aquí por las piedras. El miedo a mirar dentro, a hacernos preguntas y reprimir esa parte que busca la verdad. Los compañeros poderosos que te acompañan en el camino. Percibir a tu hermano más allá de las diferencias, y decidir no tener enemigos. Dejar atrás tus propios intereses personales y no verlos separados de los de tu hermano. Un montón de claves en una película que verás con una sonrisa y te recordará la verdad.

Que la quietud del Cielo envuelva hoy tu corazón.

Feliz día. ❤

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