Fotografía: «Ascending», Igor Slovák
Feliz año 2018 a todos los que me seguís a través de este espacio. 🙂
El inicio del año suele ser un momento para los famosos propósitos de año nuevo. No te voy a engañar, nunca fui muy buena con eso de marcarse objetivos a pesar de dedicarme al coaching durante unos cuantos años. Nunca me resultó divertido o sencillo así que no lo hago.
Algunas personas prefieren llamar a esos propósitos «intenciones«. Me gusta más este término.
Mi intención para este año que comienza es una, y solo una:

Tengo la tendencia en el día a día a olvidarme de mi función y a adoptar otras funciones que yo misma me he otorgado. El Curso me recuerda que mi única función aquí es PERDONAR. No dice que mi función sea ganarme la vida, o encontrar el trabajo de mis sueños, escribir un libro, ser buena profesional, buena hija, buena amiga, encontrar pareja o tener éxito. Nada de eso es mi función, mi siquiera es mi función ser feliz.
Dice muy claramente, y de manera repetitiva en todo el Curso, que nuestra única función aquí es perdonar, y que sólo al llevar a cabo nuestra función seremos felices.
Así que mi intención este año es no olvidarme de mi función.
El Curso no dice que no lleve a cabo otras funciones, no me dice que no trabaje, o que no me esmere por ser una buena profesional o hija, lo único que dice es que llevar a cabo estas funciones no va a hacerme feliz. Que mi felicidad no se encuentra ahí.
Si creo que mi función es por ejemplo ser feliz, cada vez que no me sienta feliz es muy probable que empiece a atacarme, y a juzgarme a mi misma o a las circunstancias de mi vida. «Debería ser feliz» es un mandato interno que todos llevamos tatuado en la piel. Es el tatuaje del ego, porque sólo el ego es infeliz y busca la felicidad. El espíritu es feliz y por lo tanto no necesita buscar la felicidad más allá de sí mismo.
Si no me siento feliz y en este instante pienso que «debería» serlo, muy probablemente surja el sentimiento de ser víctima de algo. Ese «algo» puede ser una relación, mi vida, mi trabajo, mi cuerpo o el de otra persona, el dinero o la ausencia de él o cualquier otra causa externa a la que le adjudique la responsabilidad de mi infelicidad. Junto al sentimiento de ser víctima puede que surja su hermana gemela la sensación de ser tratado injustamente, y la comparación.
Es algo así como: no me siento feliz así que busco en el baúl de los recuerdos (pasado) algo que justifique mi infelicidad. Busco una causa externa, y normalmente siempre encuentro alguna. Todos tenemos nuestro cofre de los recuerdos lleno de problemas que nos sirven de pretexto para justificar (y mantener) nuestra infelicidad.
Seguro que sabes de que te hablo y seguro que alguna de esas «perlas» acaba de surgir en tu conciencia. 🙂
Rebusco en ese arcón y saco una situación de la infancia por ejemplo de abandono, o alguna situación de injusticia en el trabajo que se repite no importa las veces que cambie de empleo. O un problema de insatisfacción con la vida, de rechazo o inseguridad. Conflictos no resueltos que cumplen su función a la perfección como cortinas de humo que nos impiden ver la verdadera causa de nuestro malestar.
Si no me siento feliz y creo que mi función es serlo, manipularé y haré lo que crea necesario para obtenerla, y para mantenerla. Todo se convierte ahora por lo tanto en un medio o bien de conseguir un instante de felicidad, o de mantenerme alejado del dolor. El control juega aquí un papel importante. Trataré de controlar las circunstancias de mi vida, del mundo o a las personas presentes en ella, para que se ajusten a mi propósito de ser fuente de mi felicidad.
Si ya has recorrido ese camino, ya habrás visto que eso no trae la felicidad. No una felicidad duradera, y aún así lo seguimos intentando a pesar de empezar a intuir que se trata de un callejón sin salida.
Si recuerdo que mi única función es perdonar, si no me siento feliz veré esa situación como una oportunidad para llevar a cabo mi función, y puesto que el perdón es la llave de la felicidad, esa situación se convierte en una puerta que me conduce directamente a la felicidad.
¡Pero sólo si utilizo la llave adecuada que es el perdón!
Si recuerdo que mi única función es perdonar, y no me siento feliz, estoy en el lugar correcto y en el momento adecuado. No hay nada erróneo. Estoy donde tengo que estar, delante de esta puerta que tiene el potencial de hacerme feliz, pero tengo que acordarme de que tengo la llave, y utilizarla.
El primer requisito para el alumno feliz es reconocer que no lo es. Sólo en ese caso nuestra mente que se encontraba cerrada a cal y canto puede abrir una rendija a través de la cual la luz de la comprensión puede filtrarse e iluminar este instante con su luz.
Mi función no es hacer que mi vida funcione. Mi función es perdonar la necesidad de que mi vida se adopte a mi ideal.
Mi función no es ser feliz. Mi función es perdonar la creencia en que puedo ser infeliz, que es la creencia en que necesito algo para serlo.
Mi función no es hacer a otro feliz. Mi función es perdonar el deseo de ver esa infelicidad fuera de mi mente en otra persona o circunstancia.
Mi función no es ganarme la vida. Mi función es perdonar la carencia, el pensamiento de que la vida hay que ganársela.
Mi función no es sanar mi cuerpo o que este se encuentre bien. Mi función es perdonar la falsa percepción de que el cuerpo puede hacer algo por su cuenta sin la mente.
Mi función no es salvar el mundo o deshacer las injusticias. Mi función es perdonar la separación porque sin ella no hay injusticia al no haber diferencias. Para que existan las injusticias tiene que haber diferencias, y las diferencias siempre se dan al nivel del cuerpo, del mundo.
No hay nada malo en llevar a cabo nada de esto. Si te sientes llamado a hacerlo, ¡hazlo! Si crees que la fuente de tu felicidad se encuentra ahí, ¡adelante!
Pero si estás en este camino, el camino de los milagros, y ya te has cansado de ir por tu cuenta, permite que Jesús te enseñe donde se encuentra realmente tu felicidad.
A cada instante tengo que recordarme cual es mi función.
Hay una lección que dice: «No dejes que me olvide de mi función«. Es la lección 64 y te animo a que la leas.
Dice así:
«Sólo desempeñando la función que Dios te dio podrás ser feliz. Esto se debe a que tú función es ser feliz valiéndote de los medios mediante los cuales la felicidad se vuelve inevitable (esos medios son el perdón y los milagros). No hay otra manera. Por lo tanto, cada vez que eliges entre si desempeñar o no tu función, estás en realidad eligiendo entre ser feliz o no serlo».
Hace unas semanas motivada por lo que creía era mi función especial me vi envuelta en una serie de acciones para tratar de resolver un problema que creía tener. Ninguna de esas acciones me resultaba divertida pero ya sabemos que el ego es el maestro del esfuerzo y el sacrificio así que las lleve a cabo de todos modos.
Al cabo de unos días me di cuenta de que había asumido el control de la situación y había decidido por mi cuenta que era lo mejor para mí desoyendo la guía de Jesús de cual era mi función. Como no conseguía lo que creía necesitar, más o menos le dije a Jesús: «déjamelo a mí que yo si se lo que necesito y como conseguirlo». 😉
Esa es la arrogancia del ego.
Ante cada acción que llevaba a cabo por mi cuenta sin resultado, me iba hundiendo más y más. Mi ego iba ganando posiciones mientras seguía apartando a Jesús de mi conciencia porque su consejo no me convenía.
Hasta que me agoté y volví al redil. Entonces volví a recordar que yo no se lo que es mejor para mí. Volví a recordar que mi función no es hacer que mi vida funcione sino perdonarme a mi misma, a través de las situaciones y relaciones de mi vida, la creencia tonta de que hay algo que resolver, algo que mejorar, algo que cambiar, y que ese cambio me aportará felicidad.
Al ego le encantan los problemas, le encanta buscar causas y tratar de resolverlos.
Es otro truco más.
Un ardid del mago del engaño que lleva tu atención a donde el quiere que mires para que no descubras el truco, para que no mires en la dirección correcta, para mantenerte centrado en la cortina de humo alejado de tu función.
Todas las acciones que se llevan a cabo desde el miedo o la preocupación están condenadas al fracaso. No resuelven el problema porque no tratan con el verdadero problema.
El problema no es la situación de conflicto, o la relación especial que crees es la causa de tu sentir. El problema es el miedo, la preocupación, la ira, que son el efecto de haber elegido al ego como tu maestro y prestar oídos a su consejo.
Si recuerdo cual es mi función, en el instante en que observo mi preocupación, o mi miedo, ira, tristeza, puedo entregar esa falsa percepción a mi maestro interno, a Jesús. Puedo pedirle ayuda para liberarme de esa ansiedad, preocupación o miedo.
Si me encuentro en una situación específica que despierta mi preocupación, puedo volverme a Jesús y pedirle que me ayude a no sentirme así en lugar de pedirle que la situación se resuelva como yo creía que necesitaba que se resolviese.
Le pedimos que sane la causa de esa preocupación. No le pedimos que arregle la situación porque el problema no está ahí.
Tu maestro interno tiene una visión de conjunto, ya se ha visto la película y por lo tanto tiene más información que tú que estás mirando un fotograma de la misma. Cuanto más receptivos estemos a su visión más rápidamente aprenderemos y sanaremos.
Dice Kenneth Wapnick:
Jesús no está en contra de tener placeres en el mundo, sino que simplemente está diciendo que todo lo que tenemos aquí no tiene comparación con el placer de unirnos a Él para deshacer nuestros pensamientos de separación y especialismo. Ahí radica nuestra felicidad. La verdadera felicidad y alegría no se encuentran en conseguir lo que queremos aquí. Ni tampoco la verdadera paz. Vienen cuando dejamos ir los obstáculos a ellas – pensamientos de pecado, culpa, ataque, dolor, sacrificio y muerte. Por lo tanto desempeñar nuestra función, unirnos al Espíritu Santo (maestro interno, Jesús) para mirar el sistema de pensamiento del ego de otra manera (ESTO ES EL PERDÓN), es lo que nos hace felices.
Esta es mi intención para este año que acaba de comenzar: «No permitas que me olvide de mi función«.
Si quieres que esta también sea tu intención este año escribe un comentario en esta entrada y házmelo saber.
Os recuerdo que este JUEVES 11 de ENERO 2018 iniciamos otro grupo del Taller de los Milagros. Si quieres sentirte acompañado en este camino del perdón y los milagros entra en la página y cumplimenta con tus datos el formulario que verás al final del mismo. Me encantará tenerte a bordo. 🙂

Que la quietud del Cielo envuelva hoy tu corazón.
Feliz día. ❤

RETO DE LOS 90 DÍAS: INSPIRACIÓN DIARIA PARA EL PERDÓN, LA PAZ Y LOS MILAGROS (INSCRIPCIONES ABIERTAS). (Haz clic en la imagen para acceder a la información)

PRÓXIMAS FECHAS TALLERES ON-LINE (A DISTANCIA) A TRAVÉS DE LA ESCUELA DE LOS MILAGROS:
TALLER: 25 DÍAS PARA LOS MILAGROS. UNA TRAVESÍA DEL MIEDO AL AMOR. (INSCRIPCIONES ABIERTAS. EL TALLER EMPIEZA EL PRIMER JUEVES DE CADA MES)
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TALLER: 25 DÍAS PARA LOS MILAGROS EN LA VERDADERA ABUNDANCIA. DE LA MENTE MILLONARIA A LA MENTE MILAGROSA. (PRÓXIMAMENTE)
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